domingo, 18 de febrero de 2018

Espectros



           Los nacionalismos son como espectros venidos del pasado, del siglo XIX o más atrás. Se equivocan de escenario y de enemigo. Pelean contra las lanzas astilladas de Felipe IV, Felipe V o Alfonso XIII con retuiteos frenéticos y ofendidos, pero ese no es su enemigo real, su enemigo real es la economía global o las organizaciones transfronterizas, la inmigración constante o el trasvase de ciudadanos de un país a otro. Paseo por Barcelona o por los pueblos de la costa y oigo hablar más en lenguas extranjeras que en las del lugar. ¿De qué modo podría interesar a un hombre nacido en Ecuador o en Pakistán cuya urgencia es un puesto de trabajo y una habitación o a un ingeniero alemán o francés que piensa en saltarse lo más rápidamente posible los Pirineos y que vive aquí temporalmente o a un jubilado inglés cuya única patria es el sol de la mañana y la cerveza del pub al atardecer un suceso de septiembre de 1714?

          Nos hace gracia el desgarro del nacionalista por haber perdido una patria a comienzos del siglo XVIII, incluso puede provocarnos ternura su insistencia, los colores que exhibe en el balcón, sus palabras enfáticas un día tras otro, pero interés real por él sólo lo tiene el genealogista de los sentimientos.

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