jueves, 8 de febrero de 2018

El hilo invisible (Phantom Thread)



Tras ver Magnolia, el día de su estreno, salí disparado del cine, llamé a mi pareja de entonces, la invité a una cafetería y le conté en detalle de qué iba y qué sucedía en la película. Inmediatamente fuimos al cine, yo por segunda vez. Pocas veces me ha sucedido una cosa parecida. Recuerdo ahora La luna de Bertolucci, aunque ya no la tengo en la misma estima. He seguido viendo otras pelis de Paul Thomas Anderson, entre ellas Pozo de ambición o The Master aunque, con ser notables, no me han producido la sensación de epifanía que me sucedió con aquella. He leído cosas contradictorias sobre Phantom Thread, la peor que estaba bien hecha pero que dejaba insensible al espectador, que no producía emociones.

                Pues bien. Como sucede con las grandes obras, es difícil contarla, entre otras cosas porque aunque cuente una historia, la cuenta con el lenguaje del cine, es decir con imágenes, sonidos y palabras, y con el intangible propio de este arte que con solo las palabras no se puede tocar. Se podría decir que es la historia de un modisto famoso de mediados del siglo pasado que toma como modelo, y no se sabe si amante, a una joven camarera y que la armadura del genio que vive para su arte es desmontada por la joven. Pero eso sólo es el hilo que enhebra la peli, contada así escamotearía lo más importante. Qué es. Cada espectador la vivi y gozará de modo diferente y algunos se aburrirán.

                La factura es clásica. Recuerda a las grandes películas de otros tiempos, y a alguna reciente con la Carol de Todd Haynes, cuidada en cada detalle de la producción, como ellas hecha en estudio con el cuidado de los mejores artesanos, como sucede en los talleres de costura. Las mismas interpretaciones parecen llegadas de otra época, los actores nobles personajes, cada uno con el tiempo suficiente para crear un gesto, para expresar algo más allá de la pose. La escenografía, el vestuario, por supuesto, concebido como una exposición viva, la música que invade la escena como si fuese un personaje mayor. Es decir, los aspectos formales adquieren una presencia que está ausente en las megalomaníacas producciones tecnológicas de la actualidad. Pero eso sólo es la mitad, la otra mitad es aquello de que va la peli. Está el genio -el modista, inspirado en Balenciaga- absorbido por su creación: hay una escena central en que presenta una colección de sus obras que es una maravilla; está el asunto de la bella camarera que viene a interrumpirlo, a interponerse entre él y sus creaciones, algo así como el artista y la modelo, arrobada por el genio, dispuesta a servirlo pero también a atraparlo; la distancia insalvable de la edad, del género, de las expectativas, de la personalidad, un hombre y una mujer en lucha por sacarle a la vida todo lo que pueda dar de sí. Cada uno verá lo que está predispuesto a ver, lo que necesita, lo que desea, que es lo que nos sucede cuando vemos una obra de arte. No sé como alguien ha podido escribir que es una película que no emociona.

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