domingo, 25 de febrero de 2018

El catalán de América, una aportación




               Nos hacen creer que en América se habla español, pero es una gran mentira que no resiste la menor comprobación. Es ilustrativo dar un paseo por los barrios donde se han asentado en los últimos años ecuatorianos o colombianos, mexicanos o brasileiros para constatar la tonta falacia. ¿En qué lengua emite dulces requiebros el novio quiteño a su enamorada paulista, ahora felizmente catalanes? ¿Y el niño caribeño cómo le canta las notas a su madre a la vuelta del colegio? ¿Y las canciones, cómo se dice la maravillosa samba, cómo se baila el reguetón o la movida guaracha? Quien ha viajado por aquellas tierras bien sabe que los acentos son diversos, movidos, bailones, diferencias que algunos tomaron por oscuridades que empañaban su origen catalán, lo que ha hecho creer que hablaban en el imposible idioma de la árida Castilla. Qué gran mentira, pues si hay tal variedad se debe a que los primitivos pobladores de aquella rica tierra eran gentes procedentes de los muchos colores de la rica tierra catalana, desde San Pau de Fenollet a Oriola, desde el Racó D'Ademús a L'Alguer, hijos todos ellos del gran descubridor catalán, cada uno acentuando su habla en patués o capcinés, en panotxo o vilatà, acentos que se convirtieron en una floración lingüística sin igual en cualquier otro idioma. Hay tantas pruebas desdeñadas. Esa misma perversión de la mirada, dureza de oído diría yo, ha hecho creer que hábiles traducciones de obras maestras de nuestra lengua catalana como Cent anys de solitud o L'aleph, Pere Erm o Gran sertão: riberes, estuviesen escritas en el idioma duro y pedestre de nuestros vecinos. Y qué decir de la imaginería que llenó las iglesias y los mercados, desde el barroco a la explosión de color de la pintura moderna. Quién hay detrás de Roberto Mata sino Salvador Dalí, de Wifredo Mata sino Miró, el propio apellido habla del origen de Antonio Seguí, en qué otro sitio sino en Barcelona pudo haber ideado Fernando Botero sus mujeres obesas sino en el Raval de Barcelona. Ya es hora de acabar con la gran mixtificación. Aportación desinteresada para los estudiosos del INH.

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