jueves, 15 de febrero de 2018

Denuncia a tu cerdo



         En estos días, de hecho como en cualesquiera otros, la actualidad oficial va por un lado y la mediática y social -¿no son lo mismo?- por otro. ¿A quién interesan las disputas de partido? El mundo se acelera ante nuestros ojos asombrados, creíamos que era cosa de la tecnología, pero lo es también de las costumbres. De lo que se habla es del #MeToo. Quizá estemos en la cresta de un asunto que viene de muy lejos pero que ahora escribe sus trazos gruesos, aquellos en que se fija la historia. Tras la muy mediática USA, el relevo lo coge la femenina Francia. Catherine Millet y Virginie Despentes en sendos artículo y entrevista. Dicen, Catherine M.:
He tenido muchas parejas; algunos han sido amigos míos durante años, otros eran desconocidos y han seguido siéndolos, hombres que me encontré por casualidad y a los que apenas entreví el rostro. De aquella forma de vivir guardo el recuerdo de momentos excitantes, alegres, felices. Por supuesto, una vez comenzada la relación sexual, alguna pareja resultó decepcionante o desagradable e incluso repugnante. En esos casos, el hombre solo tenía acceso a mi cuerpo, porque mi espíritu se mantenía apartado y no conservaba ninguna huella que pudiera atormentarlo. ¿Qué mujer no ha experimentado esa disociación de cuerpo y espíritu?”
Los señores defienden un mundo que se acabó. #MeToo es una ruptura, no hay vuelta atrás. Pero el discurso macho de las jóvenes aún es más ofensivo. (…) Yo creo que dentro de 50 años diremos: el feminismo fue realmente la aventura del siglo XX y XXI. Hemos cambiado el mundo”.

         El debate no sólo incomoda al hombre corriente, al hombre hombre, lo desborda, lo desbarata. Hemos llegado a un punto de no retorno. Lo esencial, ya no son los hombres quienes dirigen el debate, quienes establecen el marco, el decorado, las líneas fuerza, sino las mujeres. Con Catherine M. y Virginie Despentes uno ve que han cambiado las tornas, ahora también yo puedo ser un hombre objeto. Podría parecer que se trata de igualdad. Quiá, la naturaleza es ferozmente competitiva, el mundo que alumbramos se abre paso en medio de la vasta oscuridad. La guerra es global, pero las batallas se libran en la intimidad: en la cocina, en la cama, en la cabina del coche, aunque algunas piden focos y televisión. Quién la está ganando. Espero que al final haya un armisticio, no una capitulación.

Hay tres maneras de ver lo que está ocurriendo.
EL PAÍS ha publicado sendos artículos sobre las ideas del psicólogo Steven Pinker y del filósofo Byung-Chul Han, representantes de dos visiones antagónicas de la sociedad actual: optimista la del primero, pesimista y negativa la del segundo. Para Pinker, nos hallamos en la mejor época de la historia gracias a incontestables avances en derechos humanos y calidad de vida; para Han, la alienación y la explotación nunca han sido mayores, ignoradas bajo el velo de una ilusoria libertad auspiciada por el mercado y las nuevas tecnologías. Y ambos tienen razón: material y objetivamente vivimos mejor que nunca, pero espiritual y subjetivamente parece crecer la sensación de vacío y superficialidad. Habremos de encontrar la fórmula que nos permita combinar técnica y humanismo, economía y sentido social, progreso científico y tradición cultural. La educación en humanidades junto con una política centrada en las personas pueden ser claves”.

La tercera es cómo lo ven las mujeres.


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