Lo
más que se puede decir de esta película es que produce
indiferencia. Indiferencia en el espectador porque no le engancha con
algo que realmente le importe e indiferente con respecto a los
grandes temas que están ahora, como dicen los anglosajones, en la
conversación. Es una película espectáculo, bonita: paisajes, luz,
personajes, efectos, con bonitos papeles para los actores, que sí,
lo bordan, Frances McDormand, Woody Harrelson y Sam Rockwell lo
bordan, con bonitos momentos para la empatía por la conexión
emocional con personajes hoscos que son algo más que lo que
aparentemente representan, con caracteres difíciles, enfrentados,
pero que en el fondo tal y tal, con muchos momentos para la sonrisa
en medio de la tensón, perfectamente medidos y buscados, como una
serie de viñetas llenas de guiños al espectador entregado, pero que
sin embargo en ningún momento estimula su inteligencia ni le
presenta dilemas sobre los que desgarrarse interiormente a cuenta de
su conciencia moral. Brochazos gruesos, pues. Si se hiciese un
esfuerzo se podría pensar que el tema es la ira y la redención,
pero sería afinar demasiado, porque es un tema apenas esbozado, sin
desarrollar. Una película en busca de premios, de taquilla, pero que
pronto pasará al olvido porque no hay en ella nada nuevo que nos
haga progresar moralmente.
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