miércoles, 17 de enero de 2018

Cuatro por cuatro, de Sara Mesa



         Sara Mesa tenía 36 años cuando, en 2012, publicó este libro. Antes que este he leído Cicatriz (2015). Tengo un recuerdo regular, tenía cosas interesantes, aunque en conjunto, creo, era insatisfactorio. Pensaba mientras lo leía que había que esperar de la autora cosas mejores, que prometía. Después me puse con un conjunto de relatos, Mala letra (2016), pero no pude con él. Ahora con este Cuatro por cuatro mi sensación es más negativa. Podría justificarse diciendo que Sara Mesa entonces era más joven, pero creo que no, que no es ese el problema. No entiendo como el jurado del premio Anagrama, en 2012, la alzó hasta el premio de finalista, claro que, entonces, me puse con el primer premio, Karnaval, de Juan Francisco Ferré, y no pasé de unas pocas páginas. No entiendo por qué los jóvenes escritores españoles se revuelven contra sus mayores y les acusan de tapón generacional. Yo cuando leo no me entretengo en cuál pueda ser la generación del escritor que estoy leyendo. Me interesan los buenos libros. Ya sé que mi criterio es personal, no puede ser de otro modo, pero he leído mucho. Todavía no he encontrado ningún escritor de menos de cuarenta años que me estimule, menos que me entusiasme, aunque hay algunos a los que respeto.

          Qué pasa con Cuatro por cuatro. Creo que su escritura y planteamiento es juvenil, como de redacción ampliada. Pretende generar en el lector la sensación de misterio, pero no hay tal. Ni en la primera parte, cuando son los propios jóvenes del internado los que se expresan con sus torpezas, angustias y dificultades para hacerse con el mundo, ni en la segunda cuando es un adulto, un inmaduro profesor sustituto, el que se pone a relatar en forma de diario, porque su relato ni sugiere ni explica ni pone en marcha ningún mecanismo de comprensión, por no hablar de las notas finales,a modo de epílogo, de los papeles sueltos que deja un personaje desaparecido. No hay misterio, sino torpeza en su generación. Quizá la autora ha querido jugar a demasiados palos: novela de iniciación, psicológica, de misterio e incluso una fábula que intentase explicar la realidad compleja de estos años, un internado que encerrándose de la realidad adversa se pudre. Los personajes son ideas vaporosas sin suelo y la trama no termina de echarse a andar. Y tema, desde luego, no hay. No merece la pena hablar de qué trata la novela porque no hay nada de que hablar aunque pudiera parecerlo.



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