lunes, 15 de enero de 2018

Black Mirror 4



             Contra la opinión publicada y oída para mí el mejor episodio de la temporada es Cabeza de metal. Es una visión original, hasta cierto punto inesperada, de lo que el futuro tecnológico podría depararnos, una visión, sin duda, negra, pesimista, que para más subrayado es el único que se muestra en blanco y negro. Dos hombres y una mujer se mueven en un coche viejo por un mundo deshabitado y con signos de destrucción. Con mucho miedo, entran en un abandonado almacén vacío en busca de repuestos y allí se topan con una pequeña máquina que es pone en movimiento al captar su presencia. Es un perro robot, una alimaña. Comienza una horripilante persecución. Si uno imagina un futuro horrísono tras una debacle tecnológica, bien pudiera ser el que nos ofrece el quinto capítulo de la cuarta temporada de Black Mirror, este sí, negro, negro.

            Black Mirror es una serie peculiar, donde cada capítulo funciona como una película autónoma, independiente de todas las demás, y cuyos temas exploran los sueños oscuros de la revolución tecnológica. Los demás episodios de esta temporada me han parecido más convencionales. Vintage, el primero, USS Callister, un homenaje a Star Trek, donde el programador de un juego envía a los compañeros que le resultan antipáticos como avatares del juego a algún lugar del espacio donde han de mostrarse serviciales con él. En Cocodrilo, otro thriller apasionante con paisajes islandeses, el segundo mejor episodio, desde mi punto de vista, una mujer, que se ve atrapada en un homicidio involuntario, encadena una serie de crímenes para tapar el primero, hasta que la detective de una aseguradora que investiga otra cosa, dará con ella gracias a una tecnología que convierte los recuerdos de los testigos accidentales en imágenes. En Arkángel, Jodie Foster como directora del episodio, dirige a una madre obsesionada con la vigilancia obsesiva de su hija, gracias a un implante que permite su localización. En Hang the DJ, el más peliculero y por tanto el más aprobado por los comentaristas de series, la cosa va de citas, estilo Tinder. Para saber cuál es la pareja adecuada, se ofrece a los jóvenes un dispositivo que les programa citas con distintos compañeros con los que irán probando. El último episodio, Black Museum, es largo, confuso y aburrido. Es como si el guionista, Charlie Brooker, hubiese cogido las ideas sobrantes y las hubiese pegado de cualquier manera. Experimentos biotecnológicos fallidos, un médico que se implanta in dispositivo para sentir el dolor que sienten los enfermos y dar con su exacta patología, un hombre que recibe en su cerebro el de su esposa en coma y un condenado a la silla eléctrica que sobrevive en un holograma, que se atesoran en un museo de los horrores.


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