Contra
la opinión publicada y oída para mí el mejor episodio de la
temporada es Cabeza de metal. Es una visión original, hasta
cierto punto inesperada, de lo que el futuro tecnológico podría
depararnos, una visión, sin duda, negra, pesimista, que para más
subrayado es el único que se muestra en blanco y negro.
Dos hombres y una mujer se mueven en un coche viejo por un
mundo deshabitado y con signos de destrucción. Con mucho miedo,
entran en un abandonado almacén vacío en busca de repuestos y allí
se topan con una pequeña máquina que es pone en movimiento al
captar su presencia. Es un perro robot, una alimaña. Comienza una
horripilante persecución. Si uno imagina un futuro horrísono tras
una debacle tecnológica, bien pudiera ser el que nos ofrece el
quinto capítulo de la cuarta temporada de Black Mirror, este
sí, negro, negro.
Black
Mirror es una serie peculiar,
donde cada capítulo funciona como una película autónoma,
independiente de todas las demás, y cuyos temas exploran los sueños
oscuros de la revolución tecnológica. Los demás episodios de esta
temporada me han parecido más convencionales. Vintage, el primero,
USS Callister, un homenaje a
Star Trek, donde el
programador de un juego envía a los compañeros que le resultan
antipáticos como avatares del juego a algún lugar del espacio donde
han de mostrarse serviciales con él. En Cocodrilo,
otro thriller apasionante con paisajes islandeses, el segundo mejor
episodio, desde mi punto de vista, una mujer, que se ve atrapada en
un homicidio involuntario, encadena una serie de crímenes para tapar
el primero, hasta que la detective de una aseguradora que investiga
otra cosa, dará con ella gracias a una tecnología que convierte los
recuerdos de los testigos accidentales en imágenes. En Arkángel,
Jodie Foster como directora del episodio, dirige a una madre
obsesionada con la vigilancia obsesiva de su hija, gracias a
un implante que permite su localización. En Hang the DJ, el
más peliculero y por tanto el más aprobado por los comentaristas de
series, la cosa va de citas, estilo Tinder. Para saber cuál es la
pareja adecuada, se ofrece a los jóvenes un dispositivo que les
programa citas con distintos compañeros con los que irán probando.
El último episodio, Black Museum, es largo, confuso y
aburrido. Es como si el guionista, Charlie Brooker, hubiese cogido
las ideas sobrantes y las hubiese pegado de cualquier manera.
Experimentos biotecnológicos fallidos, un médico que se implanta in
dispositivo para sentir el dolor que sienten los enfermos y dar con
su exacta patología, un hombre que recibe en su cerebro el de su
esposa en coma y un condenado a la silla eléctrica que sobrevive en
un holograma, que se atesoran en un museo de los horrores.
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