lunes, 22 de enero de 2018

Los archivos del Pentágono



              No sé si Lucrecia Martel tenía razón, cuando en una entrevista reciente, nos alertaba del paso atrás que suponen las series, sigo pensando que el mejor talento de ahora mismo está en la producción y escritura de las series y que hay tantas que las hay buenas y malas, pero lo que es seguro es que viendo una película como la última de Steven Spielberg se puede decir que el cine no ha muerto y que se puede seguir haciendo grandes films al estilo clásico. En Los papeles del Pentágono, que reconstruye un episodio de la historia de EE UU, cuando los periódicos, en un momento tenso en que el país estaba enfangado en la guerra de Vietnam, durante la presidencia de Nixon, ganaron la partida a las mentiras del Ejecutivo, cada detalle está cuidado al máximo y sólo alguien que conoce su oficio puede hacer una película como esta, donde el vestuario, el maquillaje, la escenografía y la interpretación están puestas al servicio del espectáculo para que funcionen como un conjunto, y que sabiendo que eso es así, sabiendo que los actores están interpretando, que el charco que pisa el protagonista cuando se dirige al edificio del periódico, que los dólares que recauda la niña con su limonada mientras los mayores están atareados en los papeles, que las mujeres que hacen hueco con admiración a Meryl Street cuando baja las escaleras del Tribunal Supremo o que la columna de periódicos recién impresos suben hacia los camiones de reparto son escenografías milimétricamente cuidadas, que están puestas ahí no para hacer verosímil la escena sino para provocar la emoción del espectador como en el mejor cine de la época clásica, el espectador lo sabe, recuerda que así eran aquellas películas y no le importa que no atienda a las nuevas reglas del realismo porque le hace disfrutar y lo único que le molesta es que la película se acabe porque seguiría pegado a su butaca horas y horas.


            La otra cosa que pienso es cómo me gustaría que en mi país se hiciesen películas como esta, que momentos históricos como los meses posteriores a la muerte de Franco, el golpe del 23 F, la mañana del 11 M o la tarde tragicómica del golpe del Parlament de Cataluña se llevasen al cine para hacernos reflexionar o para hacernos sentir partícipes de una historia común.

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