domingo, 14 de enero de 2018

Gris, gris



         Si el día es gris, sin embargo, el pensamiento es gris y la vida que camina bajo el toldo gris se impregna de la fría humedad que la envuelve. No nieva, así que despojada de la lenta cadencia silenciosa, del deslizante crujir de las pisadas, del picoteo helado en las mejillas, teme el frío abrazo de la lluvia, anticipo del otro frío y duradero abrazo que la devolverá a la ausencia de la que procede. La calle está vacía, unos pocos hunden sus ojos en el noticioso papel de la cafetería. Noticioso sin noticia pues nada de lo que cuenta tendrá sentido cuando el párpado del tiempo vuelva a caer. “Rilke nos enseña / que el mundo no está en ningún lugar sino en nosotros ”, proclama un poeta dentro de un artículo de ese papel. Así es. Así no es. Por mi piel abrigada pero fría resbala la cosa indiferente que es y seguirá siendo durante un tiempo más grande que la vida. La vida piensa, piensa en su fragilidad, en su brevísimo parpadeo. En el Arco de Santa María hay una exposición de cuadros, colores, grumos, el fantasma perenne del paso de las estaciones. Cuesta, entre las varias docenas, reconocer un punto de vista. Un cuadro, una voz, un tañido lo necesita. Cada vida tiene sentido si distingue una manera de mirar. Cuántas vidas indiferenciadas, que salen y vuelven a la ausencia, sin ver, sin un pálpito de emoción.

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