Cuando
se hacen balances de lo que ha dado de sí el año fundido, la última
década, el último siglo o el último milenio, que casi siempre son
positivos, el común de la gente los pasa por alto y cuando los pones
delante de las narices de tus amigos los desdeñan o les quitan valor
aduciendo que los males son tantos y tan evidentes que sólo la mala fe
puede darlos por buenos. Los datos positivos no casan con lo que
piensan y por tanto carecen de valor. Sólo las emociones o
sentimientos, por muy irreales que sean, tienen valor. ¿Por qué sucede
eso, por qué estamos a gusto con nuestra ceguera?
Por
qué nos cuesta aceptar tanto los hechos positivos. Porque nuestro
cerebro está conformado para que sea así. Está la cuestión
evolutiva: cientos de miles de años preservando la especie: prevención, precaución, desconfianza. Está la cuestión psico
social: los medios, periódicos, teles, películas, la conversación
de bar, se alimentan de lo excepcional y anecdótico. Lo normal, la
constante mejora, el progreso no son noticia, al contrario, son
aburridos, ininteresantes. Y luego está la cuestión personal:
siempre hay algo que nos indispone, que impide la felicidad o la idea
que nos hacemos de ella y en consecuencia es imposible que el mundo
pueda ir bien. Y hay una última cuestión, filosófica y vital: cada
uno de nosotros, uno a uno, está condenado de antemano. El final es
el más negativo posible. Al menos de momento. Cómo podríamos ver
el mundo, la historia, la humanidad con buenos ojos teniendo presente
el horizonte del final de nuestra vida.
Quizá esa depresión anímica explique también el que tanta gente se sitúe a la izquierda, dando por bueno que el eje de la verdadera discusión es el de derecha/izquierda, donde tan fácil es separarnos, nosotros los justos, de quienes están en el origen de los males del mundo. La izquierda es el orden de los buenos deseos. Los deseos como son proyecciones nunca defraudan. La derecha, en cambio, es la causante de los males, aunque sean imaginarios. En cambio, si el eje de la discusión fuese el de reacción/progreso, los hechos reales estarían en primer plano: reaccionarios son aquellos que se sitúan en el plano ideológico, para quienes los datos no son lo importante sino las ideas y progresistas, aquellos a quienes no importan tanto las ideas como la vida real. Así, buena parte de la derecha y otro tanto de la izquierda son reaccionarios y progresistas los que, conscientes de la imperfección del mundo, luchan cada día por mejorarlo.
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