Cuando
en los ochenta los profesores, escritores y líderes de la órbita de
la izquierda (PSUC, PSC) decidieron que la entera población fuese
una sola comunidad, mediante políticas de integración, optaron
porque en la cesión solo perdiese la parte débil y desfavorecida,
los inmigrantes, en general procedentes del sur de España: debían
dejar su lengua y debían ceder su tentación de entrar en política
en favor de las élites que estaban organizando el futuro (Votadnos que nosotros nos encargamos del resto: la
dirigencia de los partidos, los cargos de representación, los
puestos en la administración y en las empresas asociadas a las ubres
del Estado). De ese modo les estaban robando el futuro, a ellos y a
sus hijos, en nombre de la paz social.
Esa élite progresista,
devenida en intelectual orgánico del catalanismo, pronto se
confundió con la burguesía y ensanchó la clase media catalana
dependiente de la enorme burocracia autonómica, apoyó o formó
parte de sus gobiernos y, posteriormente, integrándose en sus
partidos o movimientos cuando en el rapto colectivo creyeron posible
el cielo de la separación, dejando en la intemperie a quienes decían
defender e integrar. Al final, como la realidad desechada siempre se toma
venganza, aquel oasis de paz social cantado por los cantautores que
prosperaron gracias al pacto, el sistema de partidos ha saltado por
los aires duplicándose en dos comunidades enfrentadas:
JuntsxCat/PP; ERC/PSC; CUP/Comunes, más un partido de difícil
acomodo, el de los xarnegos y las chonis, el de la nueva clase media
crecida al margen del pacto, desde el arrabal al centro de la ciudad.
Ahora,
sin aprender del pasado tan reciente, quieren volver a reeditar el
pacto (ERC, PSC, Comunes) sin aprovechar la circunstancia para
desinfectar las heridas causadas por el independentismo y construir
una sociedad sobre bases más equitativas. Ya se están encargando
los medios, otra vez los intelectuales progresistas, para demonizar a
un partido que ha tomado en serio que en una sociedad moderna todos
somos libres, todos somos iguales, o al menos debemos aspirar a
serlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario