lunes, 13 de noviembre de 2017

Tardes de noviembre




             Qué tristes estas alargadas tardes de noviembre, tras el cambio de hora, que nos arrebatan la luz y nos sumergen en las sombras prolongadas del invierno, aunque este aún no haya llegado, tristes por imponernos una melancolía no buscada, más tristes si la ciudad en la que vives se ve barrida por el viento helado del nordeste, cubierta con un cielo grisáceo por el que chorrea una misérrima lluvia, tan fría que invita a quedarse en casa cuando aún no estás preparado para hacer vida de interior, aunque ahí estén los libros y los cuadernos, la butaca, la mesa, todos esos recuerdos con los que trabajar y morir. Exige un esfuerzo enorme no contagiarse de ese abandono cuando ayer mismo asistías al fluir de la vida y sus colores, al despliegue de la belleza otoñal en las riveras de los ríos, cuando el soplo áureo del sol te empujaba por las lindes del bosque y sentías que la tarde era un paréntesis necesario. Sabes que la vida es calor y movimiento.

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