martes, 28 de noviembre de 2017

Matafísica de los tubos, de Amelie Nothomb



             ¿Se puede narrar la historia de los dos o tres primeros años de vida? Amelie Nothomb lo hace, de forma metaforizada, viéndose como un tubo al nacer que no hace otra cosa que ingerir, deglutir y excretar, pero dotándolo, a pesar de todo, de una conciencia más que exaltada, con capacidades superiores a lo que cabría suponer a esa edad. Las primeras páginas de esa novela imaginativa, aquellas que coinciden con los primeros pasos por la vida de la autora/narradora/protagonista, o eso se imagina el lector, tienen su interés, a ver qué pasa, pero pasada la expectativa inicial, sigo por sus breves páginas con creciente desinterés y progresivo aburrimiento. El suceso del nacimiento de esta criatura tan despierta tiene lugar en Japón, donde su padre está destinado como diplomático y ese es el contexto de la historia algo plana del relato. Nos dice algo de Japón y sus costumbres, no mucho, de su padre, diplomático y actor del teatro no, de la vida familiar, con la chacha japonesa que le enseña el idioma local, pero sobre todo nos habla del gran ego de la escritora. Y como es marca de la casa, también aquí aparece la dualidad, el momento luminoso del nacimiento y el oscuro del atisbo de la muerte, un una caída y un golpe en la sien que lleva a la protagonista al hospital y que sirve a la autora para jugar con la idea del suicidio.

               Si el proyecto de Amelie Nothemb es publicar un libro cada año, y eso parece desde que en 1992 saliera a la luz el primero, Higiene del asesino, hasta hoy, Frappe-toi le coeur, Metafísica de los tubos es del 2000, es comprensible que sus libros tengan un tamaño no demasiado extenso, que su escritura sea alegre y fluida y que los temas que trata sean cuidadosamente escogidos y reducidos, como en esos autores de teatro que centran sus obras en uno exclusivo por vez. Pienso por ejemplo en Yasmina Reza. La ventaja es que son libros que se devoran, se leen en un plis plas. El inconveniente es que sus metáforas, las imágenes con las que pretende atrapar la vida o alguno de sus problemas, aquí el cuerpo humano como un tubo, se agotan rápido y queda la impresión de falta de sustancia, al menos en esta novela. En todo caso, la autora ha ido ganando con el tiempo: Petronille (2014).

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