jueves, 9 de noviembre de 2017

El francés



    En Melide entra el Primitivo en el francés. Mediados de noviembre y sigue la riada humana, aunque con menor intensidad. A ritmo vivo he ido adelantando a bastante gente. Al caminar sobre pista boscosa, robles, castaños y eucaliptos, los pies no estaban doloridos y he avanzado con rapidez. Si en el Norte y en el Primitivo el encuentro con otros caminantes es un pequeño acontecimiento que exige parada y charla, en el Francés todo lo más que se dice es Buen camino y se sigue para adelante. He procurado dar charla a quien he ido adelantando, aunque no a todos. Especialmente curioso ha sido un grupo de 4 jóvenes americanos que arrastraban en una especie de camilla con rueda, en la que llevaban a un colombiano. He hablado con uno y otros aunque no he inquirido sobre el qué de la cuestión. El yacente apenas tenía fuerzas para hablar. Han empezado en Sarria, la distancia justa para obtener la compostelana. En el momento de alcanzarles los 4 US, como se denominan cuando se les pregunta por su procedencia, empujaban por una tremenda cuesta.

   En general, hacen falta muchos días para que las inhibiciones desaparezcan, que el cansancio haga efecto para que la confianza prospere  y la gente empiece a hablar. El caminante cuanto más lejos de su casa más tiende a considerar a los otros caminantes como sus hermanos. Una corriente de simpatía hace que caigan las diferencias y las fronteras, físicas y mentales, que artificialmente dividen a los hombres. Lo mejor del camino es que no pertenece a nadie y que cualquiera puede caminar por él. Preguntamos formalmente por la procedencia de aquellos con quienes nos encontramos para inmediatamente ponernos a caminar con él.

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