martes, 7 de noviembre de 2017

Ciudad



Venir por la fronda boscosa, bajo la niebla, sobre la hojarasca escarchada, mecidos los pies por el silencio, para desembocar en la ciudad lluviosa no es ganancia sino pérdida. Nada me interesa ahora de la ciudad, no el periódico que miro con desgana con el café en la mano, no la catedral abierta, ni siquiera como refugio momentáneo, no la promesa de un buen menú en un restaurante que recordaba bien, pero que no ha respondido al buen recuerdo, no el paseo intramuros donde ni su historia antigua ni el presente tristón me dicen nada, ni siquiera el albergue que casi se llena en este día lluvioso de noviembre.

       He comprendido desde hace un tiempo que para que sucedan cosas ha de hacerse el silencio y la ciudad no es el mejor receptáculo. El bullicio lo ponen los coches y las máquinas, la gente y los establecimientos, el ruido de la mente trastornada por lo inútil. La peor opción del caminante es la ciudad.

1 comentario:

aupaignacio dijo...


Espectacular fotografía y texto. Aúpa caminante.