domingo, 5 de noviembre de 2017

Camino deportivo

   

    Llevo cinco días caminando. He hecho siete etapas en cinco. A un ritmo elevado, animado por un bilbaíno, Juanma, que quería hacer la mitad del Primitivo en el menor tiempo posible para dejarlo listo para el puente de diciembre. Me he juntado con él porque así son las cosas, empiezas sólo y terminas en compañía. En este caso, junto al bilbaíno, un valenciano moderado y un americano recién salido de cinco años en la Navy, que está recorriendo Europa con los ojos bien abiertos ante las chicas. Juanma ha tomado el mando haciendo jornadas montañosas a casi 6 km por hora. Hemos descolgado al valenciano y a Chance, con material inadecuado para el camino. A Juanma le ha venido a recoger su padre y se ha despedido.

   Evidentemente no es así como se hace el camino, cosa de las malas compañías. Prometo enmendarme a partir de mañana. Hay que caminar con el ritmo del agrimensor, midiendo el terreno, deteniéndose ante los accidentes, buscando las diferencias entre el castañar y el hayedo, oteando los valles, hablando con los lugareños, que aunque hayan viajado poco acumulan una sabiduría que los urbanitas no tienen. En general, son socarrones, preguntan más que responden y tuercen el labio cuando oyen alguna afirmación categórica. Fue divertido el otro día en Berducedo ver cómo un madrileño les cantaba a los parroquianos de un bar la de cosas que podían hacer en la ciudad, cómo le seguían la corrientes, para que, al final, después de agotarlo, uno de ellos le dijese, como perdonandole la vida, todos los rincones madrileños que él conocía mejor que el contador.

Recomendación: O Piñeiral, a 3 km de A Fonsagrada. Alojamiento y comida. Bueno, bonito y barato.

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