miércoles, 1 de noviembre de 2017

Caminar



      Caminar. El hombre fue hecho para caminar, como lo hacen los animales. El mundo se mide caminando. Sólo caminando se ve el discurrir de la naturaleza, cómo crecen y se dispersan las plantas, cómo mudan en otoño o florecen o hibernan. Sólo caminando se ven los animales al acecho, reptar, huir ante el olor humano, trepar, ladrar reclamando la atención que no se les presta. Sólo caminando se ve la muda de la luz en el día, las fases del amanecer y del crepúsculo. Sólo caminando se ve uno a sí mismo. Es necesario andar mucho, agotar al cuerpo, eliminar sus resistencias, para que la mente liberada tenga ante sí la posibilidad de pensar de nuevo, liberada ella también de los pesados fardos de la convención y los apriorismos. Caminar es darse la posibilidad de iniciar la vida otra vez, si el viaje es largo y muchas las etapas. Quizá a la vuelta se retomen las rutinas y reaparezcan los problemas, pero es posible que en el caminar haya uno encontrado una solución audaz a una cuestión engorrosa o haya rebajado la importancia de lo que nos trastornaba. Mientras caminamos solo llevamos el peso de la mochila, pero los fardos de una vida llena de compromisos onerosos, de cargas innecesarias, de asunciones inútiles van quedando en el camino.

  1.       A la salida del puente del Nalon, una chica descansa junto a su mochila. Es difícil por sus rasgos adivinar su procedencia. La pregunto de dónde es. Me dice, he vivido en Finlandia, en Alemania, en Inglaterra. No sé, quizá europea. Le sonrío. Me gusta esa manera de definirte, le digo.

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