sábado, 28 de octubre de 2017

Bill Viola en el Guggenheim



              Me sumergí en Bill Viola en la primera gran retrospectiva que el Guggenheim de Bilbao le dedicó. Fue una experiencia intensa, epifánica. La vi solo, entregándole mi tiempo, dándole a cada uno de sus vídeos todo lo que me pedía: disposición, vacío mental, como un amante que no hace preguntas. Muchos de aquellos vídeos los he vuelto a ver ahora, tres, al menos, quizá cuatro, me sieguen impresionando, siguen conservando su potencia icónica y es posible que mantengan su capacidad reveladora. No he tomado nota de sus títulos, aunque podría describirlos, pero creo que no debo hacerlo. La fuerza del arte consiste en que cada obra se abre de un modo diferente a cada espectador y de un modo diferente en cada ocasión. Y aquí reside mi decepción. Esta segunda vez mi perplejidad no se ha mantenido. He tenido la impresión de que el significado de cada obra estaba acotado, que las pautas de interpretación vienen dadas y que quizá los modos de ver las obras de Viola no admitan tanta variación. Las obras maestras del pasado se renuevan cada vez que las vemos, nos descubren cosas en las que no habíamos reparado. Muchos vídeos me han parecido anodinos, especialmente los nuevos, los que no había visto, quizá porque su potencia creadora ya no sea la misma, quizá porque no me parecen nuevos. Veo en ellos ecos o repeticiones de otras obras, de maestros de la historia del arte, lo que me parece bien, y de las suyas propias, lo que quizá signifique un colapso de la imaginación. Están los elementos, el agua, el fuego, la humanidad cercada por ellos, el agua que nos limpia o nos ahoga, el fuego que nos consume, pero eso ya lo había visto. He echado en falta, en esta retrospectiva, alguna de las obras que más me absorbieron, especialmente las de temática religiosa. Lo que la obra de Bill Viola ha ganado en limpieza tecnológica, en técnica digital, ha perdido en espontaneidad, en novedad, en sorpresa. Aunque estoy seguro de que para el espectador primerizo supondrá una revelación como la que para mí supuso la primera vez. 

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