viernes, 22 de septiembre de 2017

Regreso a Berlin, de Verna B. Carleton


               Verna B. Carleton (1914-1967), nacida de madre inglesa y de padre alemán, de quien no quiso llevar el apellido porque la abandonó en la infancia, pasó su juventud y se casó en México, donde encontró la mayor parte de sus amistades, entre ellas exiliados alemanes de la guerra, pero también Diego Rivera y Frida Kahlo, incluso Trotsky. Trabajó de periodista, luego vivió en París donde conoció y se hizo gran amiga de la fotógrafa Gisèle Freund. Con ella viajó a Berlín en 1957. Del Berlín en ruinas Gisèle Freund volvió con un puñado de fotografías y Verna B. Carleton con una novela que publicó dos años después. En ambos se refleja la posguerra alemana: las ruinas, la reconstrucción, la vuelta a la vida tras la devastación. La novela narra ese viaje, aunque con el artificio de la ficción mediante, la autora transforma a su amiga Gisèle en Eric Devon que vuelve a Berlín, tras haberla abandonado a comienzos de la guerra, acompañado por su esposa inglesa Nora. En el viaje, contado por una narradora apenas visible, Verna. B. Carleton transformada en una periodista americana que conoce a los protagonistas en un buque que viaja hacia Europa, Eric irá recobrando una identidad alemana sepultada por casi dos décadas de esfuerzos por adquirir los convencionalismos ingleses hasta llegar a adoptar su primigenio nombre, Erich Dalburg. Vemos la ciudad dos veces, con el intervalo de un año, mientras los protagonistas pasan sus vacaciones. La primera vez vemos los destrozos de la guerra, la ruina de la ciudad y la ruina psicológica de los protagonistas, atormentados por la culpa, el caso de Eric, por no haberse quedado a combatir el nazismo, la desonfianza hacia familiares y conocidos de quienes se sospecha por cobardes o por colaboradores del régimen. Es significativa la escena en que el protagonista buscando el rastro de su tía Hilde, judía, va ascendiendo las escaleras de un edificio y se le van cerrando las puertas donde va preguntando, con acritud, desinterés o miedo. Los alemanes no quieren que se remueva el apestoso pasado o hacen como si con ellos no fue la cosa o huyen de preguntas demasiado comprometidas. La segunda vez que vuelven a Berlín, la ciudad se reconstruye, las autovías están transitables, incluso a través de la Alemania ocupada por los soviéticos (el muro comenzó a construirse desde el 13 de agosto de 1961), la familia de Eric cuenta su historia, va quedando claro quienes colaboraron y quienes sufrieron, comienza la reconciliación, incluso Eric decide volver a vivir en la ciudad, adoptando plenamente su identidad alemana.

            La novela está contada a la manera clásica, es decir, como una de esas novelas de diván, con sus defectos, más evidentes en una novelista primeriza, donde no importa tanto la manera de contar como el meollo de la historia. Predomina el espíritu periodístico de la autora con rápidas pinceladas del contexto histórico y de la realidad ambiental, con personajes que se construyen fundamentalmente a través de los diálogos y donde la narradora no tiene claramente definida su función. Pero se lee bien y es muy útil para conocer ese periodo intermedio entre la posguerra y la división de Alemania en dos partes enfrentadas.

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