martes, 19 de septiembre de 2017

De qué hablamos cuando hablamos de federalismo



          Quién dijo: "Todos los hombres nacen libres e iguales".

          Este articulista ha encontrado la solución al problema catalán, una solución clara y distinta, nadie razonable debería oponerse a su aplicación. Esta es la secuencia de su argumentación: el independentismo catalán no es uniforme. Hay entre un 15 y un 20 % de independentistas circunstanciales a los que podría ganarse para la unidad. ¿Cómo? En realidad serían federalistas que se habrían pasado al independentismo por “incomparecencia del Gobierno central en el debate público”:
Para romper la coalición independentista, el Estado debería plantear reformas que probablemente pongan en jaque el actual equilibrio del modelo territorial. Se trataría de reformas con una naturaleza de suma cero: lo que se ofreciera a Cataluña sería inevitablemente a costa de otras comunidades autónomas. Es por este motivo que un paso previo a la resolución de la actual crisis territorial es convencer a la opinión pública española de la verdadera magnitud del problema catalán y de que la unidad de España requiere inevitablemente asumir ciertos costes”.
         Fácil, ¿no? No hay como las ideas simples, un tajo de espada y resuelto el problema. Habría, pues, que convencer a la irreductible España que le conviene reajustar el presupuesto para ceder una parte de lo que se les da al resto de territorios en beneficio de Cataluña. Cataluña como Euskadi, más o menos. En la peculiar lógica del articulista, como, según el CIS, menos del 1% de la población considera la cuestión catalana como uno de los principales problemas del país, el Gobierno debe hacer el esfuerzo de convencer al resto de la población, es decir al 99 % restante, de la necesidad de ceder. No se le pasa por la cabeza que sería más práctico y sencillo hacer lo propio con ese 15% o 20% mudable de la opinión independentista.

         Pero ¿por qué querrían andaluces, extremeños, castellanomanchegos, murcianos pagar ese precio, de modo que la actual brecha salarial entre empleados públicos con la misma función se amplíe aún más?, ¿por qué tolerarían no ya que se les empobrezca más sino que se les falte al respeto de ese modo? Y sobre todo que les falten al respeto aquellos que dicen que les defienden (federalistas, en este caso), aquellos para quienes pronunciamientos como "Todos los hombres nacen libres e iguales" son mera palabrería. ¿Por qué habría de interesarles mantener una unidad tan desigual, en la cual ellos son siempre los paganos? ¿Por que habría de interesarles mantener un Estado común que privilegiaa unos territorios por encima de otros? Por no hablar de la brecha en el interior de la propia Cataluña, cosa que al articulista le importa muy poco.

         Hasta ahora era posible hacer ese tipo de concesiones porque se hacían a media luz, fuera de los focos. Pero me parece que ahora no va a ser posible, porque cualquier transacción saldrá a la luz. Ademas, ¿nos debe importar sobremanera aquella parte de los independentistas que podrían contentarse con más dinero, pero no el surgimiento de un partido de extrema derecha que viese una ventana de oportunidad si las cosas se resuelven de ese modo? ¿Lo trataríamos con igual miramiento que a ese puñado de independentistas que sienten que se les falta al respeto? Qué partido estaría dispuestos a suicidarse por la causa. ¿Estarían dispuestos los ciudadanos de los demás territorios a ser más pobres, a tener menos recursos y menos oportunidades a cambio de contentar a esa parte de independentistas? Qué clase de progresismo es ese que pone en el eje de la política la dinámica territorial, con ciudadanos de primera y de segunda, frente a la dinámica social, donde la igualdad y la justicia social están por encima del territorio en que se viva?


         El hombre que hizo esa proclama, "Todos los hombres nacen libres e iguales", fue Thomas Jefferson. Es la primera frase del credo progresista, es más, a día de hoy ningún demócrata le contradiría. Y sin embargo, era ese mismo Thomas Jefferson quien en su finca de Monticello tenía 600 esclavos para hacer las tareas desagradables mientras él pensaba, escribía y gobernaba, el mismo que no reconoció a los hijos que tuvo con una esclava negra, cuyos descendientes, doscientos años después, siguen sin ser reconocidos. 

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