martes, 11 de julio de 2017

Hamburgo


              Hay una pulsión destructiva en el hombre, pero también la hay constructiva. Como en el universo. A largo plazo en el cosmos, la energía tiende a la entropía, al progresivo enfriamiento. Pero a no tan largo plazo el universo tiende al orden, la energía se configura en organizaciones estables. La vida es una configuración estable durante un tiempo. Las organizaciones que adopta la vida también. La destrucción es más visible por llamativa, nos conmueve la muerte de un hombre, un suceso catastrófico. Los periódicos llenan sus primeras páginas con destrucciones: guerras, asesinatos, muertes, rara vez el nacimiento de un niño, la permanencia de un estado, la construcción que sucede a una guerra se convierten en noticia de primera página.

            Hamburgo ha llenado la apertura de los telediarios el pasado fin de semana por el vandalismo de algunos jóvenes. Hasta cierto punto está en la naturaleza delos jóvenes la pulsión destructiva. Pero ha sucedido otra cosa que no se ha anunciado en primera página pero sí en las interiores. Un numeroso grupo de jóvenes ha dado la réplica a los vandálicos tratando de ordenar lo que estos habían desordenado.


           “Miles de vecinos de Hamburgo (Alemania) han salido a la calle el domingo y esta vez no era para protestar. Armados con cubos, trapos y escobas y en respuesta a una llamada en una red social, se han propuesto limpiar su ciudad después de tres días de batalla campal entre policías y grupos antisistema contrarios a la cumbre del G-20 celebrada aquí.”

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