jueves, 4 de mayo de 2017

Show Me a Hero



           Si fuese una serie europea los personajes estarían fundamentalmente construidos con palabras, deudores de una vieja cultura escrita. Incluso si el escritor trabajase en el Hollywood clásico, al menos los diálogos serían chispeantes, más hondos, transmitiendo un sentido más allá de la apariencia, pero David Simon trabaja para televisión, confirmado en el gran éxito de The Wire. Simon trabaja con imágenes, con las muecas y los gestos de los actores, con las transiciones o los puntos muertos del montaje. Al igual que él, Paul Haggis, el realizador, trabaja con planos sucios, con encuadres vulgares, tan vulgar como el mundo provinciano que describe, evitando ambos, tanto en la escritura como en la realización, la cacofonía, los acordes, los ripios, los lugares comunes. Choca, pero es el lenguaje que corresponde al nuevo medio de expresión, o un intento por conseguirlo. La breve serie de seis episodios es fundamentalmente eso, un trabajo de depuración de lo literario, el destilado de una nueva forma de contar. Aunque no se queda ahí.

           También hay historia, una historia doble. El ayuntamiento de una pequeña población del estado de New York se ve obligado a construir por mandato judicial 200 viviendas para familias sin recursos. La mayoría de los vecinos blancos se niega a que en la proximidad de sus casas se instale gente que pueda hacer que sus viviendas se deprecien. El alcalde y los concejales no quieren actuar contra la mayoría blanca. El relato circula por ese contexto de racismo, lucha política, burocracia y ley de obligado cumplimiento. La segunda línea argumental trata de un hombre joven que casi sin querer se ve convertido en alcalde. La lucha política le atrapa y se convierte en una adicción, una adicción de la que le será imposible desprenderse. 


           La miniserie es como el cine de arte y ensayo de otros tiempos, aunque poco tenga que ver con él. Un ensayo para un medio nuevo, que tantea posibilidades para ser más fiel al mundo que quiere describir. David Simon y Paul Haggis han conseguido desprenderse del subrayado, de la grasa que en general todavía adorna a la ficción televisiva. Verla es un ejercicio de limpieza de las legañas que suelen enturbiar nuestra mirada.

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