jueves, 4 de mayo de 2017

La candidata como guiñol




            Es difícil ver un debate político sin tomar partido. Imposible casi. Es como en los partidos de fútbol, los vemos para que la emoción nos encienda. No debería ser así en política, pero es inevitable. Ayer el populismo tuvo su chance. Otra vez. Populismo, por definición, es el que maneja las emociones del pueblo. “Je suis la candidate du peuple”. Pero Macron, el otro, no se arrugó. No pudo explicar en detalle sus propuestas, pero dejó claro qué representa y qué propone. El Estado y la ley. La libertad y la igualdad. La Francia abierta al mundo. Europa como proyecto para Francia y para todos los europeos. El mundo global está ahí, no se puede borrar con un exorcismo. Pero hay una política que lo puede enfrentar aprovechando sus posibilidades, minimizando sus amenazas. Marine le Pen comenzó con una pose seria, respetable, pero a base de simplificar sus eslóganes hasta reducirlos a uno solo -Macron, el representante del capital-, se fue convirtiendo en una figura de guiñol. Un guiñol que además convocaba a los enemigos de Europa: Trump, Putin. En los últimos minutos representó lo que realmente es, una caricatura del miedo escondido detrás de una frontera. Es una caricatura pero no está sola: muchos franceses, muchos europeos la enarbolan, atraídos por las diferentes denominaciones del miedo y el rencor: nacionalpopulistas, neofascistas, derechistas extremos, antiglobalizadores, hasta el populismo de izquierdas desea que gane para derrotar al representante del capital, esperando ponerse enfrente de la populista de derechas, dividida Europa entre dos extremos, como en los viejos tiempos.

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