Detrás
de las novelas de Ian McEwan hay un refinamiento, una cultura
secular, unos modales, también ironía y sarcasmo. Sus personajes
discurren sobre alfombras, conocen todas las añadas de los viñedos
de Francia, los años soleados y los veranos breves. Si miran a
través de sus ventanales sobre el Támesis su mirada es displicente
y evasiva. Ese mundo que se extiende en la lejanía no va con ellos.
Está Shakespeare, están las universidades famosas, estuvo un
imperio que dominó todos los mares, una poesía y una música que
sin interrupción llenó su aprendizaje de ecos, de palabras, de
sonidos, que les enseñó a modular sus sentimientos, a poner un mot
a cada pálpito, a cada movimiento del espíritu. Un refinamiento que
creó el mundo moderno.
Sin
embargo, otros personajes no menos novelescos se mueven en el
submundo de la noche del week end barcelonés o de Lloret, de los megahoteles del
Arenal mallorquín, de las playas de Málaga. En los pubs conectados
a la Premiere o en las mesas de metal de las terrazas sujetan las
asas de las jarras de cerveza de a litro como si les fuera la vida en
ello. Apenas hablan entre ellos, todo lo más frases incompletas o
interjecciones sueltas cuando divisan a un grupo de chicas risueñas
y gritonas que pasan en fila por delante, vestidas de forma
estrafalaria, dando a conocer al mundo que una de ellas se casa al
día siguiente.
El
mismo país, dos culturas extremas, apenas unidas por unos símbolos
ajados, deshilachados al viento. Cómo extrañarse de lo sucedido
últimamente, de la escisión irreparable entre los sibaritas que se
beben el mundo y los que no han aprendido a cortar el cordón que les une a su brutal dependencia. Es el Reino Unido, pero también es
Francia, y EE UU y España. Hasta ahora la cultura, el refinamiento, era una forma de control, una barrera, una prueba de acceso. Pero la
barrera se ha roto. Ahora cualquiera puede enviar al viento la mayor
burrada. Hay ojos que leen a Keats y el último esputo del rencoroso
sin hallar diferencias. Escuchar a Britten no añade valor para desechar la papeleta de Trump.
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