William
Oldroyd y su guionista, Alice Birch, trasladan la acción de la Lady
Macbeth de Mtsensk, de Nikolai Leskov, a las tierras brumosas y frías
de la Inglaterra de mediados del siglo XIX. Pero el punto de vista no
es el romántico del ruso sino el de un hombre informado del siglo
XXI. La pasión homicida de los protagonistas, Katherine y Sebastian,
la esposa del hacendado y el criado mulato, no son héroes románticos
cegados por la pasión sino hombre y mujer perturbados por los
desarreglos de la mente. Hay escenas de pasión pero son breves,
descriptivas, y hay crímenes pero el espectador los mira con la
misma frialdad que un neurólogo hurgando en el interior de la mente
enferma. El director no le permite entrar en esa atmósfera malsana.
Muestra lo que sucede con grandes planos, casi siempre estáticos
como si estuviésemos ante la boca de un escenario teatral. Los
cuadros en los que los personajes arrastran su desgracia son bellos,
cuidados en cada detalle, morosos, tan lentos como un cirujano
extrayendo un tumor maligno. Apenas hay palabras. También la
expresión de los actores, cada uno con una desafortunada afección
del alma, es ejemplar caso clínico. Incluso cuando alguno muestra un
carácter colérico lo hace con contención, sin desbordar la sala de
operaciones. Sólo en dos momentos, en los dos planos finales, se
permite el director implicar al espectador en las emociones de sus
desgraciados personajes: cuando Anna, la ayuda de cámara de la
protagonista, muestra el insoportable dolor de verse traicionada,
acusada de cometer un asesinato, por aquella a quien ha servido con
total fidelidad y cuando Katherine, después de que todo haya pasado,
los crímenes, la condena de su amado, a solas, sentada en el borde
de la cama, se da cuenta de la terrible soledad a que su pasión le
ha llevado.
La película nos habla de más cosas, claro está, de la
sumisión de la mujer, obligada a la inmovilidad física y emocional
por su marido y su suegro, del clasismo, de la estratificación
racial, incluso hasta podría interpretarse la historia de esta
pasión adúltera a través del crimen como el único medio posible
de liberación femenina en un tiempo de tiranía del patriarcado.
***
Pasiones, crímenes.
***
Pasiones, crímenes.
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