martes, 23 de mayo de 2017

El caso Sloane




         El caso Sloane es un thriller marcial, no tanto por la trepidante acción, que apenas hay, sino por el ritmo frenético que John Madden es capaz de administrarle. Lo que sucede no es para tanto, pero está muy bien trabado: una ley para el control de la venta de armas en la disputa política entre la facción conservadora y la progresista del senado americano, lobistas de un lado y del otro para conseguir los votos necesarios para sacarla adelante o paralizarla y una abogada decidida que cambia de bando, del conservador al liberal. Un cubo de hielo, según la caracterizan partidarios y detractores, capaz de reducir su vida privada al mínimo, mantenida a base de ansiolíticos y encuentros fugaces de sexo rápido y pagado, con tal de ganar cualquier combate. 

           La película tiene el aliciente de las tramas político judiciales con dialéctica mordaz: diálogos vivaces ante los que no hay que pestañear para no perderse lo que dicen, y golpes de efecto bien dosificados, sobre todo el ingenioso truco final. A lo que hay que añadir, más que la construcción de un personaje, el interpretado por Jessica Chastain, su caracterización. La Chastain, que es una de mis actrices favoritas de este tiempo, compone un personaje de una pieza, capaz de ocultar sus debilidades para mantenerse en lo alto de la ola de la vida frenética. Quizá la composición es de trazo grueso, una mujer enérgica, implacable que no se para ante nada ni nadie para conseguir su objetivo, pero es creíble y uno imagina una vida como esa. Es más, nos estamos acostumbrado a ver en las primeras páginas de los periódicos sus fracasos, bien es verdad que los triunfadores del día apenas asoman o sólo de vez en cuando. El film dura dos horas largas pero es tal la tensión y el montaje tan eléctrico que parece que estés levitando sobre la butaca antes de caer sobre ella tras la sorpresa final.

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