jueves, 18 de mayo de 2017

Diferencia y privilegio


“Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores están llenos de apasionada intensidad”. (William B. Yeats)

          El nacionalismo es una atmósfera, como lo fue el franquismo o lo es el régimen de Erdogan, por poner dos ejemplos. Esa atmósfera habla de la credulidad del hombre común, de su miedo y de lo fácil que es caer en la alucinación, pero también de cómo impregna la sociedad: asociaciones, partidos, sindicatos, iglesias, deporte. Todo. Cuando eso sucede la disidencia es heroísmo. Pensemos en los que firmaron el manifiesto de los 2300. Pensemos en la Europa de entreguerras, en la tercera España durante la guerra civil. Incluso los que dicen oponerse toman sus precauciones para que no les alisten en el bando de los malos. Pensemos en cómo se ha tratado el PP en Cataluña durante todos estos años, aparte de sus indudables méritos, como un apestado sin derechos. Es la atmósfera de los regímenes totalitarios. Sé que tomados uno a uno no somos héroes, lo que no es excusa para suspender la racionalidad que debería dirigir nuestra selección de opciones. No hace mucho que parte de la sociedad catalana se está sacudiendo el miedo. Lo que no podemos sostener por más tiempo es que esta sociedad es valiente, progresista, moderna, siempre a la cabeza, muy por delante de los cafres españoles.

          Otra cosa es cómo se organiza esa mezcla de temor y alucinación colectiva y qué intereses oculta. La materia de que está hecho el sueño independentista. Ese análisis está por hacer en Cataluña porque tanto los periodistas como los sociólogos e historiadores están abducidos por el procés, unos empeñados en extender la atmósfera, otros en crear sus items y los últimos en reconstruir un pasado que se avenga a las necesidades de la invención. Cómo los actores del drama han ido haciendo coincidir lo que pensaban con lo que necesitaban y la población abducida las promesas con sus sueños más escondidos. Muchos se han descubierto un día felizmente independentistas para obtener los bienes de la promesa que nunca habían soñado y que en otro lugar de España jamás obtendrían. No es extraño, por tanto, que otros fabricantes de promesas asequibles en breve plazo se muestren comprensivos con el sueño independentista. Lo más extraño, o quizá no tanto, es ver a los defensores de la igualdad extrema como los mayores activistas de la separación para obtener los réditos de la diferencia y el privilegio.

         Y para que aprenda Pedro Sánchez qué es una nación, esta cita de Karl W. Deutsch:
“Una nación es un grupo unido por un error común sobre su origen y una hostilidad colectiva hacia sus vecinos”. 

         O como decía George Steiner:
“El hombre es un animal territorial. Cruel, miedoso. Pero por Dios, al menos hay que intentar liberarse de eso”. 

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