“Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores están llenos de apasionada intensidad”. (William B. Yeats)
El
nacionalismo es una atmósfera, como lo fue el franquismo o lo es el
régimen de Erdogan, por poner dos ejemplos. Esa atmósfera habla de
la credulidad del hombre común, de su miedo y de lo fácil que es
caer en la alucinación, pero también de cómo impregna la sociedad:
asociaciones, partidos, sindicatos, iglesias, deporte. Todo. Cuando
eso sucede la disidencia es heroísmo. Pensemos en los que firmaron
el manifiesto de los 2300. Pensemos en la Europa de entreguerras, en
la tercera España durante la guerra civil. Incluso los que dicen
oponerse toman sus precauciones para que no les alisten en el bando
de los malos. Pensemos en cómo se ha tratado el PP en Cataluña
durante todos estos años, aparte de sus
indudables méritos, como un apestado sin derechos. Es la
atmósfera de los regímenes totalitarios. Sé que tomados uno a uno
no somos héroes, lo que no es excusa para suspender la racionalidad
que debería dirigir nuestra selección de opciones. No hace mucho
que parte de la sociedad catalana se está sacudiendo el miedo. Lo
que no podemos sostener por más tiempo es que esta sociedad es
valiente, progresista, moderna, siempre a la cabeza, muy por delante
de los cafres españoles.
Otra
cosa es cómo se organiza esa mezcla de temor y alucinación
colectiva y qué intereses oculta. La
materia de que está hecho el sueño independentista. Ese
análisis está por hacer en Cataluña porque tanto los periodistas
como los sociólogos e historiadores están abducidos por el procés,
unos empeñados en extender la atmósfera, otros en crear sus items y
los últimos en reconstruir un pasado que se avenga a las necesidades
de la invención. Cómo los actores del drama han ido haciendo
coincidir lo que pensaban con lo que necesitaban y la población
abducida las promesas con sus sueños más escondidos.
Muchos se han descubierto un día felizmente independentistas
para obtener los bienes de la promesa que nunca habían soñado y que
en otro lugar de España jamás obtendrían. No es extraño, por
tanto, que otros
fabricantes de promesas asequibles en breve plazo se muestren
comprensivos con el sueño independentista. Lo más extraño, o
quizá no tanto, es ver a los defensores
de la igualdad extrema como los mayores activistas de la
separación para obtener los réditos de la diferencia y el
privilegio.
Y
para que aprenda Pedro Sánchez qué es una nación, esta cita de
Karl W. Deutsch:
“Una nación es un grupo unido por un error común sobre su origen y una hostilidad colectiva hacia sus vecinos”.
O
como decía George Steiner:
“El hombre es un animal territorial. Cruel, miedoso. Pero por Dios, al menos hay que intentar liberarse de eso”.
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