viernes, 3 de marzo de 2017

Media vida, de Care Santos


             Parece que todo lo que toca Planeta, editorial que nació como negocio de libros, lo reduce a mero producto mercantil. Eso ha sucedido con las editoriales que ha ido adquiriendo, que le sirven para añadir un prestigio literario ganado con los años a los libros que ahora publican bajo su nombre. También ha sucedido con los premios, o al menos con el Premio Nadal, uno de los galardones al que se le reconocía solera, que marcaba con la aureola de lo literario a quien lo recibía. Pero ya no es así. Me ha sorprendido comprobar los nombres del jurado que fallaron a favor de la última novela ganadora. ¿Tenían necesidad de participar en el proceso? ¿Dieron el premio a sabiendas, de buena fe? ¿Están bien pagados? ¿Tienen alguna deuda con el grupo editorial?

           No creo que merezca la pena detenerse en la novela en sí puesto que no se trata de literatura. Con dos, tres, quizá una sola página vale para darse cuenta. Por el compromiso con un grupo de amigos, yo la he leído de rabo a cabo. Contar de qué va es inútil, es intercambiable con otras tantas. Se pueden sustituir sus cinco personajes por tres o por siete, a condición de que sean igual de transparentes y que dos de ellos estén en los dos extremos del espectro, la transición como fondo histórico por el 11-M, el concierto de los Beatles o la boda de Lady Di por el bodorrio del Escorial o el happening de Juan Pablo II en Valencia, las maldades de un colegio de monjas por la atmósfera opresiva de un marido machista. Ah, y poner muy buena conciencia, a tono con lo que se lleve esa temporada; memoria histórica, denuncia del macho sombrío, lo que sea. Se le añade un tema de prestigio, ¡el perdón! y ya está. 

               Es una novela, funciona como tal, con sus personajes en contraste, sus escenarios teatrales, su creación de expectativas, sus giros, sus pequeñas sorpresas, hasta con la añeja intervención del narrador advirtiendo, apostillando, aclarando, sus coincidencias con el tiempo histórico, tan gratas al lector, algún suceso difícil, esquinado, que requiera un desenlace, una documentación ad hoc, expresamente señalada en una nota final, en fin, lo que se entendió por literatura durante mucho tiempo y que muchos lectores, e industriales del libro, siguen entendiendo como tal. Dame algo fácil de leer, que me alborote un poco y seré tu socio. Pero hace mucho tiempo que ya no es así. La literatura va de la vida, un escritor es aquel que la hace palpitar en sus libros, y con una condición básica, muy, muy básica, que no se permita un sólo tópico, pero ese es un arte y los artistas son escasos. 

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