
No
creo que merezca la pena detenerse en la novela en sí puesto que no
se trata de literatura. Con dos, tres, quizá una sola página vale
para darse cuenta. Por el compromiso con un grupo de amigos, yo la
he leído de rabo a cabo. Contar de qué va es inútil, es intercambiable con otras tantas. Se pueden sustituir sus cinco personajes por tres o por
siete, a condición de que sean igual de transparentes y que dos de ellos estén en los dos extremos del espectro, la transición como fondo histórico por el
11-M, el concierto de los Beatles o la boda de Lady Di por el
bodorrio del Escorial o el happening de Juan Pablo II en Valencia,
las maldades de un colegio de monjas por la atmósfera opresiva de un
marido machista. Ah, y poner muy buena conciencia, a tono con lo que se
lleve esa temporada; memoria histórica, denuncia del macho sombrío,
lo que sea. Se le añade un tema de prestigio, ¡el perdón! y ya está.
Es una novela, funciona como tal, con sus personajes en contraste, sus escenarios teatrales, su creación de expectativas, sus giros, sus pequeñas sorpresas, hasta con la añeja intervención del narrador advirtiendo, apostillando, aclarando, sus coincidencias con el tiempo histórico, tan gratas al lector, algún suceso difícil, esquinado, que requiera un desenlace, una documentación ad hoc, expresamente señalada en una nota final, en fin, lo que se entendió por literatura durante mucho tiempo y que muchos lectores, e industriales del libro, siguen entendiendo como tal. Dame algo fácil de leer, que me alborote un poco y seré tu socio. Pero hace mucho tiempo que ya no es así. La literatura va de la vida, un escritor es aquel que la hace palpitar en sus libros, y con una condición básica, muy, muy básica, que no se permita un sólo tópico, pero ese es un arte y los artistas son escasos.
Es una novela, funciona como tal, con sus personajes en contraste, sus escenarios teatrales, su creación de expectativas, sus giros, sus pequeñas sorpresas, hasta con la añeja intervención del narrador advirtiendo, apostillando, aclarando, sus coincidencias con el tiempo histórico, tan gratas al lector, algún suceso difícil, esquinado, que requiera un desenlace, una documentación ad hoc, expresamente señalada en una nota final, en fin, lo que se entendió por literatura durante mucho tiempo y que muchos lectores, e industriales del libro, siguen entendiendo como tal. Dame algo fácil de leer, que me alborote un poco y seré tu socio. Pero hace mucho tiempo que ya no es así. La literatura va de la vida, un escritor es aquel que la hace palpitar en sus libros, y con una condición básica, muy, muy básica, que no se permita un sólo tópico, pero ese es un arte y los artistas son escasos.
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