jueves, 9 de marzo de 2017

El viajante


              Mientras veo la película no paro de pensar en Miren Gaztañaga. Los prejuicios a los que hemos entregado la vida. La supongo hundida por la implosión del caso del programa de la EiTB. Seguro que no esperaba tal polvareda, quizá no le debió dar gran importancia el día de la grabación del programa, como cuando hablas en la barra del bar y haces chistes sin mayor trascendencia. Pienso en ella porque en ella se ha centrado el asunto del boicot a la película recién estrenada, El guardián invisible. Los que llaman al boicot alientan otros prejuicios, no muy diferentes. Cualquier historia bien contada nos puede hacer empatizar con la víctima y con el verdugo. Eso hace Asghar Farhadi en El viajante. Primero vemos el desconcierto y el dolor de la víctima, luego el del hombre que la ha dañado. Este hombre también tiene su historia y está contada de tal manera que no podemos dejar de sentir con él su sufrimiento, con las tripas revueltas. Empatía y repulsión en el mismo movimiento. Y también está el marido, otro caso, otro punto de vista, con otros prejuicios que le pierden.

            Hay dos cosas que también pienso. En Irán. Si borramos la capa cutre de ideología y religión con que el poder cubre el país, debajo está la vida de los hombres. Y no es diferente de la nuestra, con problemas iguales a los nuestros. El genio de Farhadi nos muestra la complejidad del hormiguero humano. La vida transcurre por meandros que el poder no puede prever, que la ley con su espada no resuelve y que el prejuicio agrava. Contemplados desde la atalaya del periódico, desde el morbo de la pantalla televisiva o desde el estrado del juez, los asuntos humanos son diáfanos y el mal distinguible del bien, pero el escritor o el cineasta saben que no es así. La otra cosa que pienso es en la cultura persa, tan diferente de la árabe, milenaria, con muchas capas. Esta película ha salido de Irán, no de Arabia Saudí, no de Iraq, no de Qatar.


            Miren Gaztañaga pensará que su carrera se ha acabado, que no le van a dar más papeles en películas o en series. Está bien que lo piense y que llore su pena, si es que lo hace, que parece que no. Debería saber que pedir disculpas no es suficiente. Pero tiene solución y es sencilla, salir y decir que lo siente mucho, que pide perdón a los españoles que ha ofendido. Pero no lo hará, no puede hacerlo.

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