
Hay
dos cosas que también pienso. En Irán. Si borramos la capa cutre de
ideología y religión con que el poder cubre el país, debajo está
la vida de los hombres. Y no es diferente de la nuestra, con
problemas iguales a los nuestros. El genio de Farhadi nos muestra la
complejidad del hormiguero humano. La vida transcurre por meandros
que el poder no puede prever, que la ley con su espada no resuelve y
que el prejuicio agrava. Contemplados desde la atalaya del periódico,
desde el morbo de la pantalla televisiva o desde el estrado del juez,
los asuntos humanos son diáfanos y el mal distinguible del bien,
pero el escritor o el cineasta saben que no es así. La otra cosa que
pienso es en la cultura persa, tan diferente de la árabe, milenaria,
con muchas capas. Esta película ha salido de Irán, no de Arabia
Saudí, no de Iraq, no de Qatar.
Miren
Gaztañaga pensará que su carrera se ha acabado, que no le van a dar
más papeles en películas o en series. Está bien que lo piense y
que llore su pena, si es que lo hace, que parece que no. Debería
saber que pedir disculpas no es suficiente. Pero tiene solución
y es sencilla, salir y decir que lo siente mucho, que pide perdón a
los españoles que ha ofendido. Pero no lo hará, no puede hacerlo.
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