jueves, 23 de marzo de 2017

Así de simple


           Tendemos a pensar que una ideología es una cosa abstrusa, llena de ramajes que acaban en conceptos cuya definición es imposible de captar, incomprensibles, cuando es justo lo contrario: una ideología es una esquematización, una simplificación brutal del mundo, el velo semitransparente que nos sirve para ajustar las cosas y los sucesos clasificados en una taxonomía simple. Ideólogos con gafas de culo de vaso inclinados sobre los pupitres de sus despachos idean el modo más simple de reducir la complejidad a una instantánea que, luego, el más listo de la clase, no necesariamente el más inteligente, pondrá delante de los ojos o del oído de la multitud. Normalmente con dos palabras basta, a menudo con una (“casta”, “derecho a decidir”, “nuestro”), para que la gente agobiada por trabajos miserables o indolente y aburrida en las oficinas del Estado, pero entretenida con cacharros inútiles, crea entender la radical injusticia que el mundo padece, que ellos están sufriendo, la humillación a la que se les somete.

           También creemos que la sociedad, esta sociedad, está desideologizada, cuando es justo lo contrario. Nunca como ahora la aparente despreocupación esconde un encajonamiento tan simple de las cosas del mundo. Tanto aquellos que han renunciado a comprender porque les basta surfear sobre la realidad que el reflejo digital les ofrece como aquellos que han decidido saberlo todo de una sola cosa, una nimiedad en la que creen haber encontrado el corazón del cosmos, incapacitados para abrir el foco, ven el mundo social en el que se mueven sus vidas como algo simple y comprensible, una o dos palabras les sirven para comprenderlo todo.


            La ideología es más simple que nunca. El éxito de los actuales movimientos políticos, a lo largo de todo el espectro, desde el trumpismo al yihadismo, es la reducción al absurdo de la complejidad. Las ideas cortas y los medios largos para espolvorearlas. Nunca hemos disfrutado de mayor información y de mayor capacidad de análisis, de tantos datos y la posibilidad de ordenarlos, de poder confrontar ideas para descartar las erróneas y las mendaces, pero la pereza o la desidia o el infantilismo hace que la gente se sienta cómoda con la papilla verbal que se le ofrece.

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