miércoles, 29 de marzo de 2017

Arte



          No recuerdo en qué pensaba cuando en el escenario Flotats, Pou e Hipólito representaban Arte, quizá en algún tipo de sublimación de la homosexualidad a través del gusto o el disgusto por el arte contemporáneo, no pensaba desde luego en el cuadro en blanco del que discutían. Ya se veía que la inteligencia o el instinto de Yasmina Reza iba más allá. Le doy vueltas y no acabo de ver qué pensaba yo entonces, ni siquiera sé quién me acompañó al Marquina, quién se apretaba junto a mí en aquellas butacas tan estrechas, en aquellas transiciones mías hacia la nada. Ahora de vuelta a la obra, a su lectura, también me cuesta vislumbrar el tema que subyace al chisporroteo verbal. Tengo que acabar la lectura y pillar por casualidad una noticia que da cuenta de esto: el 75% por ciento de los que se suicidan son hombres. Y de ahí a un comentario en el periódico del domingo de Moisés Naím, con un titulat explosivo, Los americanos blancos se están muriendo: “Mientras que en 1999 su tasa de mortalidad era un 30% más baja que la de los negros de sus mismas características, para el año 2015 la mortalidad de los blancos era un 30% más alta que la de los afroamericanos”. Esos blancos que han votado a Trump.

             Entonces rebobino: Quizá la propia Yasmina Reza no supiera de qué estaba escribiendo, aunque lo hace muy bien, dueña de un estilo claro y de unos silencios más que significativos. El éxito de su obra ha sido abrumador, desde 1998 hasta hoy. Por qué. Qué ha visto la gente en esa obra. ¿Homosexualidad latente? ¿Amistad? ¿Soledad? ¿De qué eran símbolo esos tres hombres desvalidos? Una cosa parece evidente el otro ausente de la obra: las mujeres. No sólo están ausentes sino que los tres hombres que hablan de ellas las odian, peor que eso buscan un refugio en su amistad tambaleante, para huir de ellas. Quizá mi impresión no sea meditada, influida por esas noticias tan poco gratas para el hombre. Se me ha ocurrido otra de esas frases llamativas: el hombre, un género en peligro de extinción. La autora no lo explicita, pero es una idea latente, el miedo que desde hace tiempo acompaña al hombre a ser abatido, despojado de su condición, que busca refugio entre sus congéneres tan perdidos como él. Arte sigue teniendo la misma fuerza. Si alguien no la ha visto, en Barcelona está en cartel, en el teatro Goya.

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