Hay
una historia tremenda en el pasado de la que el protagonista de esta
película no ha podido escapar. A lo largo de la peli, en una serie
de vueltas atrás, iremos viendo qué le condena y qué le impide la
redención. En realidad, es él mismo quien se niega la oportunidad
de concedérsela, tan pesada es la culpa que arrastra. Pero la
tragedia está en el pasado. Lo que los guionistas quieren mostrarnos
es la posibilidad de una vida a pesar de todo, la vida de un
autocondenado o algo así como una segunda oportunidad en la que sea
posible poder volver a reír. ¿Cabe el humor después de la
tragedia? El protagonista, un Casey Affleck para mi gusto demasiado
contenido, que perdió a su familia, se ha de hacer cargo de un
sobrino cuyo padre acaba de fallecer. La relación es difícil, no
tanto por el choque de personalidades como por el pasado que
atormenta al tío. Manchester junto al mar se parece en
eso a Toni Erdmann: una historia fundada en el
trabajoso empeño de hacer crecer el afecto en un mundo que parece ir
a la contra. No tenemos tiempo para querernos.
De
todas las pelis oscarizables que he visto estas dos me parecen las
más potentes, si hemos de seguir exigiendo al arte que tenga que ver
con la vida verdadera, aunque se que el cine no se agota ahí, que hay otro,
más estético, más operístico, que pulsa otro tipo de emociones,
más a flor de piel. Es el caso de La La Land, un chute de optimismo
que dura cinco minutos después de acabada la proyección, alegre,
divertida, como un soplo de vida junto al mar en un día veraniego.
Luego está Loving, tan veraniega como estética. Cuenta una historia simple, cómo una familia de hombre blanco y mujer negra se casan contra las leyes de Virginia y cómo lograron del Tribunal Supremo de EE UU el derecho al
matrimonio mixto, ¡en 1967! La simpleza de la historia es compensada por la amplitud del plano: hermosos paisajes campestres, cambio estacional y la muda protesta
de los dos personajes centrales de la historia. Hay drama, pero está
contado de forma tan clásica y contenida que prohíbe cualquier
excitación en el espectador.
La más fallida, desde mi punto de
vista, es Comanchería
(Hell or High Water),
otro western crepuscular más, que tanto se parece a nuestra premiada
Tarde para la ira,
y tan vacía como ella.
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