viernes, 10 de febrero de 2017

Manchester junto al mar y los óscar



         Hay una historia tremenda en el pasado de la que el protagonista de esta película no ha podido escapar. A lo largo de la peli, en una serie de vueltas atrás, iremos viendo qué le condena y qué le impide la redención. En realidad, es él mismo quien se niega la oportunidad de concedérsela, tan pesada es la culpa que arrastra. Pero la tragedia está en el pasado. Lo que los guionistas quieren mostrarnos es la posibilidad de una vida a pesar de todo, la vida de un autocondenado o algo así como una segunda oportunidad en la que sea posible poder volver a reír. ¿Cabe el humor después de la tragedia? El protagonista, un Casey Affleck para mi gusto demasiado contenido, que perdió a su familia, se ha de hacer cargo de un sobrino cuyo padre acaba de fallecer. La relación es difícil, no tanto por el choque de personalidades como por el pasado que atormenta al tío. Manchester junto al mar se parece en eso a Toni Erdmann: una historia fundada en el trabajoso empeño de hacer crecer el afecto en un mundo que parece ir a la contra. No tenemos tiempo para querernos.


          De todas las pelis oscarizables que he visto estas dos me parecen las más potentes, si hemos de seguir exigiendo al arte que tenga que ver con la vida verdadera, aunque se que el cine no se agota ahí, que hay otro, más estético, más operístico, que pulsa otro tipo de emociones, más a flor de piel. Es el caso de La La Land, un chute de optimismo que dura cinco minutos después de acabada la proyección, alegre, divertida, como un soplo de vida junto al mar en un día veraniego. 

          Luego está Loving, tan veraniega como estética. Cuenta una historia simple, cómo una familia de hombre blanco y mujer negra se casan contra las leyes de Virginia y cómo lograron del Tribunal Supremo de EE UU el derecho al matrimonio mixto, ¡en 1967! La simpleza de la historia es compensada por la amplitud del plano: hermosos paisajes campestres, cambio estacional y la muda protesta de los dos personajes centrales de la historia. Hay drama, pero está contado de forma tan clásica y contenida que prohíbe cualquier excitación en el espectador. 

         La más fallida, desde mi punto de vista, es Comanchería (Hell or High Water), otro western crepuscular más, que tanto se parece a nuestra premiada Tarde para la ira, y tan vacía como ella.

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