Cuando
los físicos y los astrónomos miran hacia lo lejos o hacia lo
profundo, el universo celeste y el mundo subatómico les llenan los
ojos de asombro. Un asombro que no cesa, aunque varias veces hemos
creído que todos los misterios estaban desvelados. Eso es lo que
intenta Liu Cixin en esta novela que es la primera de una trilogía,
hacer partícipe de ese asombro al lector. Liu es capaz de presentar
como un asunto inteligible el problema matemático de las velocidades
y posiciones de tres cuerpos que se atraen gravitacionalmente, para
el que Poincaré no encontró solución, o cómo funciona un sistema
de computación, desplegando un enorme ejército en formación, con
los soldados alzando alternativamente banderas negras o blancas
representando ceros y unos, sin dejar que la lectura se llene de
intriga, con suicidios y asesinatos, historia china y europea, donde
intervienen los grandes emperadores y los científicos como
Copérnico, Newton, Von Neumann o Einstein. Sin embargo, ha de pasar
más de la mitad de la novela para que el lector sepa de que va la
cosa, aunque, mientras tanto, los sucesos de la historia y las
intrigas científicas, alternadas con un gran juego de realidad
virtual, ya se le iban dando las pistas para enfrentase al gran
problema de los tres cuerpos.
La
primera parte de la novela está dominada por el juego virtual del
problema de los tres cuerpos, en el que se va desvelando una
misteriosa civilización con un grave problema de superveniencia y,
en paralelo, el último avatar de la historia china, el episodio de
la revolución cultural, en el que transcurre la vida de los primeros
protagonistas del relato, físicos teóricos, que son torturados o
ejecutados por guardias rojos, salvo uno de ellos, la hija de un gran
físico que es encerrada en un apartado centro de observación
espacial. En la segunda parte, ese sistema opresivo alcanza su
reflejo en un peligro mayor que viene de las estrellas. Liu Cixin
muestra un mundo lejano atormentado por un sistema de tres soles en
el que vive una civilización, los trisolarianos, sometida a
impredecibles ciclos de frío y calor destructivos, a quienes se les
abre una ventana de esperanza cuando inopinadamente reciben un
inesperado mensaje de un planeta lejano que señala su existencia
junto a una estrella de la vía láctea. Los protagonistas pertenecen
a una generación más joven, posterior a la revolución cultural. Un
grupo de resentidos terráqueos con su propia civilización se
organizan en una secta dispuesta a entregarse a los extraterrestres e
inmolar a la humanidad como castigo por sus crímenes ambientales.
Otros intentan hacer frente al peligro. Los últimos capítulos
aceleran el ritmo, quizá demasiado, y tratan de resumir lo que
podría ser un choque entre dos civilizaciones, terráqueos y
trisolarianos, separadas por una enorme distancia espacial y
tecnológica.
No
es una novela psicológica, no se afana el autor en hacer evolucionar
el carácter de los personajes, ni en derivar de sus relaciones
complejos dramas, lo que hace, y se le da bien, es aventurar las
consecuencias de la investigación en ciencia básica, del poder
contenido en la materia, del salto tecnológico implicado en el
estudio de las partículas subatómicas. Es una lectura entretenida y
apasionante, fluida, para amantes de la ciencia y el avance
tecnológico.
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