domingo, 12 de febrero de 2017

Las chicas, de Emma Cline


 
        Seguro que la mención de la familia Manson, aunque en la novela aparezca con otro nombre, ha sido un aliciente para su venta. Pero Manson, Rusell en la ficción de Emma Cline, y el rancho donde vivía con sus chicas es el decorado para lo que la escritora pretende. La gran virtud de esta novela es el detallismo con el que se describe el punto de vista de una adolescente. Evie Boyd, 14 años, la protagonista en primera persona, ve el mundo con una intensificación que los adultos hemos olvidado, más que detalles de las cosas del mundo, la realidad aumentada tiene que ver con la percepción de las relaciones humanas, no es una mirada objetiva sino una mirada implicada que intensifica aquello en lo que pone el foco, dejando en penumbra o empañado lo que lo circunda. En esa época de construcción de la personalidad en la que el individuo necesita enraizar, en la que ve cosas por primera vez, en la que saca a la luz cosas hasta entonces solo intuidas u ocultas por los anteriores intereses infantiles, es lógico que se produzca el desencanto familiar, que el padre y la madre aparezcan de algún modo como extraños, sobre todo si se descubren aspectos desconocidos, y es lógico que se busquen fuera de la familia las realidades perdidas del encantamiento infantil. Emma Cline recuerda con una precisión asombrosa esos sentimientos que cualquier adolescente ha vivido sin ser consciente y que los adultos pronto olvidamos pero que al verlos tan minuciosamente descritos nos hace reconocernos en ellos porque las situaciones que nos presenta el relato nos suenan familiares.


        Hay un día en que abrimos los ojos y es como si viéramos por primera vez, como cuando cambiamos de gafas tras un cambio brusco de dioptrías, nos sorprende la nitidez, pero también la agresiva presencia de lo real. A la chica del relato un día sus padres separados se le caen al suelo, descubre de golpe el barro de que están hechos, el lastimoso intento de rehacer sus vidas, con emparejamientos que son como un descenso en la escala de la dignidad, así es como, por casualidad, entra en el círculo de Rusell, un hombre rodeado de chicas y unos cuantos niños. Como la mirada de Evie es selectiva percibe las energías desconocidas que fluyen en la granja, una mezcla de libertad, sexo y desenvoltura. Hay cosas que le extrañan pero termina aceptándolas porque para ella son la primera vez y no sabe que puedan ser de otra manera. Además las cosas que le extrañan o que no acaba de comprender las hace porque hay algo que la atrapa, una energía superior que es la que acaba anclándola a ese lugar, la relación que establece con una de las chicas, Suzanne. Con ella está a gusto, necesita sentir su presencia. Evie, como las demás chicas, ha caído en una suerte de fascinación que termina por borrar los aspectos desagradables de la realidad, tanto de la granja como del mundo exterior. Evie tardará en comprender, en ver, la naturaleza de la familia Russell, la porquería que les rodea, la falta de alimentos, la insalubridad, la rigidez emocional que se ha apoderado de todos ellos por la dependencia de Rusell, por la adicción a las drogas, por la falta de reglas de convivencia, pero lo verá a través de los ojos de un joven que un día la trae de vuelta a la granja tras unas semanas fuera. Viendo sus gestos, su impresión ante el estado de la granja será como ella pueda sortear el encantamiento y liberar sus ojos del imán de Suzanne.

         La narración necesita el distanciamiento. Sería muy difícil meterse en la mente caótica de una adolescente, así que sabiamente Emma Cline opta por narrarnos su historia en dos momentos muy diferentes, la de aquella adolescente atraída por la tribu Rusell, en 1969, y la de la mujer adulta, que ahora mira en distancia aquellos sucesos, una mujer con sus propios problemas para despegarse de aquella historia. La novela va alternando los dos momentos, siempre atenta a ese fluir de la vida interior tan evidente, tan presente en la vida de las personas pero tan inasible, tan difícil de convertir en tema de conversación.

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