Qué otra cosa mejor pueden hacer que
escuchar esta música, incluso después de acabado el concierto
adónde pueden ir, a qué lugar donde el aire sea más denso y
etéreo a la vez, que mantenga una emoción más viva, adónde va
toda esa gente que recién acabado el concierto con los aplausos a
medio ejecutar su pieza salen como si perdieran el tren u oyesen el
convoy que estuviese llegando a la estación, sin dar tiempo a que
los músicos reciban su paga, la alegría del público por haber
vibrado con el violín y el chelo, con la tiorba y el clave, con esa
extraordinaria, cristalina voz, sin esperar a la propina, sin querer
escuchar de nuevo O Mistress Mine de Thomas Morley,
despreciando ese momento singular en que durante un instante se
alcanza el cielo, los músicos lo alcanzan y lo alcanza el público
entregado, despreciando a esta Berit Solset, cuya voz tendrían que
cobijar como el mayor regalo que se les haya dado, despreciando a
Robert King y a su grupo, cuándo vivirá esta ciudad una ocasión parecida, despreciando a quienes con embeleso no
esperaban que alguien rompiese el encantamiento, adónde va toda esa
gente, que otra cosa pueden hacer esta noche, para qué han acudido a
este patio, qué han oído, quién les ha dicho, por qué desprecian
de ese modo lo que sin duda desconocen.
sábado, 4 de febrero de 2017
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