sábado, 4 de febrero de 2017

Adónde va toda esa gente



        Qué otra cosa mejor pueden hacer que escuchar esta música, incluso después de acabado el concierto adónde pueden ir, a qué lugar donde el aire sea más denso y etéreo a la vez, que mantenga una emoción más viva, adónde va toda esa gente que recién acabado el concierto con los aplausos a medio ejecutar su pieza salen como si perdieran el tren u oyesen el convoy que estuviese llegando a la estación, sin dar tiempo a que los músicos reciban su paga, la alegría del público por haber vibrado con el violín y el chelo, con la tiorba y el clave, con esa extraordinaria, cristalina voz, sin esperar a la propina, sin querer escuchar de nuevo O Mistress Mine de Thomas Morley, despreciando ese momento singular en que durante un instante se alcanza el cielo, los músicos lo alcanzan y lo alcanza el público entregado, despreciando a esta Berit Solset, cuya voz tendrían que cobijar como el mayor regalo que se les haya dado, despreciando a Robert King y a su grupo, cuándo vivirá esta ciudad una ocasión parecida, despreciando a quienes con embeleso no esperaban que alguien rompiese el encantamiento, adónde va toda esa gente, que otra cosa pueden hacer esta noche, para qué han acudido a este patio, qué han oído, quién les ha dicho, por qué desprecian de ese modo lo que sin duda desconocen.

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