Todo acto, incluido un acto de habla,
tiene consecuencias. ¿Durante cuánto tiempo un principio tan
sencillo y fácil de asimilar como este ha estado ausente de la
educación moral en nuestro país y aledaños? Si echamos un vistazo
al puñado de líderes que gobiernan el mundo, (Trump, Putin,
Erdogan, Kaczyński, Orban, Maduro y los que vengan) todos ellos, o
casi todos, han sido aupados por los votos de la gente. La gente ha
decidido en un acto libre y secreto que eran los gobernantes
adecuados para su país en este momento. Cuando criticamos sus
políticas, en general, les atribuimos toda la responsabilidad, pero
creo que ha llegado el momento de distribuirla entre quienes les han
aupado al poder. Dos tercios de la población alemana, antes del
comienzo de la guerra, estaba encuadrada en organizaciones nazis, ¿no
fueron responsables de lo que ocurrió después? Putin ha sido
respaldado por la población rusa una y otra vez, ¿no son sus
votantes, igual que Putin, responsables de la actual postración del
país y de las acciones agresivas de este en otros países? ¿La
mitad de los votantes en las pasadas elecciones americanas, así como
abstencionistas y votantes de opciones alternativas, no son
responsables de las consecuencias de las políticas presentes y
futuras de Trump?
“Si Putin sigue en el poder es porque la mayoría está de
acuerdo. Ese es el problema. Puedes cambiarle, pero ¿qué haces con
la gente? No lo sé. En la película El juicio de Núremberg,
Stanley Kramer trataba este asunto, ¿qué haces con una nación que
elige ese tipo de gobierno?” (Sergei Loznitsa, en El País: “En
Rusia aún no sabemos cómo fue la historia”, 29.01.17).
Paralelamente, los políticos
democráticos se han abstenido de tomar decisiones impopulares por
miedo a ser castigados en las urnas. Por ejemplo, enfrentarse a
quienes se saltan la ley o hacen mofa de la legalidad o consienten en
difundir noticias falsas sin ninguna consecuencia (Albert
Rivera quiere recuperar la mili para ninis, el PP no quiere obreros
en la universidad, Podemos pretende prohibir las procesiones para no
ofender a los musulmanes o “Rumanos, ecuatorianos y
marroquíes se comen siete de cada 10 euros de nuestra sanidad
pública”). O permiten que
desde otros países se aliente la mentira y la confusión (RT
en español, la fábrica de noticias de Putin para que odies a
Occidente).
La única manera que tenemos de luchar
contra las mentiras es asumir las consecuencias de nuestros actos.
Para ser responsables debemos informarnos. La prensa seria sigue
siendo el mejor canal, es imprescindible, pero si queremos una
información responsable y libre hay que pagarla, acercarse al kiosko
y comprar el periódico o suscribirse a su versión digital. Esa
prensa a la que Trump a dedicado sus insultos: “Asquerosos”,
“escoria”, “la forma más baja de vida”, “enemigos”,
“basura”, a la que Podemos dedicó una campaña en Twiter bajo
este hashtag: “Máquina
del fango”, porque estaba molesto con las informaciones sobre
las plusvalías de su líder madrileño en la venta de un piso.
Necesitamos políticos valientes que digan la verdad sin temor a
perder las próximas elecciones, pero los ciudadanos, igualmente,
debemos asumir nuestra responsabilidad.
***
Otros:
- “En 2012, León Panetta, entonces secretario de Defensa de Estados Unidos, alertó de que su país corría el riesgo de ser víctima de un “Pearl Harbor Cibernético”.
- Sergei Loznitsa: “Shalámov, autor de Relatos de Kolimá. Dijo que un campo de concentración no es un sitio para la comedia, y estoy de acuerdo”
- Alain Finkielkraut: “El filósofo marxista alemán Ernst Bloch habló en su libro Herencia de esta época de la no contemporaneidad de los contemporáneos. No vivimos todos la misma época. Y los yihadistas, los salafistas, los islamistas en general, viven en otra temporalidad histórica completamente distinta a la que estamos acostumbrados. Manejan otra agenda”.
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