Qué se
puede hacer sino leer. Así acabé el 16, así comienzo el 17. Todo el mundo sabe
que leemos como sustituto de la vida. Recuerdo una respuesta, en una
entrevista, de Sara Mesa: Empecé a escribir cuando dejé de vivir, decía más o
menos Ella, tan joven. La familia real es uno de esos autores con
nombradía entre unos pocos. William T. Wollmann. Ahora parece que se empieza a
traducir. Lo hace con coraje José Luis Amores, desde su propia editorial,
Pálido fuego, en la lejana Jaén. 1052 páginas grandes de letra menuda. Leo
las primeras cincuenta. Es una escritura dinámica que favorece a los lectores
ágiles e intrépidos. Diálogos y personajes cortantes, de serie negra. Podría
empezar esa aventura, de leerlo al completo. El autor sabe escribir y
sorprender, cuando es tan difícil hacerlo. Me recuerda un poco a Westworld, la
serie, que estoy viendo. Crea expectativas, pero los lectores y espectadores
somos inconstantes. Hoy todo el mundo te exige constancia y permanencia, desde
las eléctricas y telefónicas hasta los canales de televisión de pago como
Netflix o HBO: paga y ponte cómodo, pero suelta la pasta a fin de mes. Una
forma de esclavitud moderna: deja de ser tú que yo te completo. Como volver a
Sísifo, versión ocio.
La Musa
décima de José María Merino es, por el contrario, de escritura reposada que
busca el molde clásico. Leída a continuación de Wollman, resulta
decepcionantemente lenta. Busca un tipo de lector predigital, cuando en el buen
tiempo leíamos, la espalda contra un chopo, junto al arroyo. Imbuido de la
tradición y del español bien escrito. Leo otras cincuenta páginas, pero no
consigue que eche el ancla. Tiene a su favor un tema que me atrae, el libro que
habla de libros, las referencias clásicas, la invención de una genealogía
literaria, literatura sobre literatura. Pero su lentitud me exaspera. Quizá en
otro momento, en otra estación, con otro ánimo.
El
problema de los tres cuerpos, de Cixin Liu, no tiene la reposada escritura
de Merino, ni la negra invención de Wollmann. No es un libro literario, pero la
fama lo ha hecho grande: un autor que revoluciona la ciencia ficción, dicen.
Las primeras veinte páginas no me entusiasman, me parece mucho peor que los otros
dos, pero el tema me apasiona últimamente: ciencia, tecnología, futuro. La voy
a dar una oportunidad.
Y, mientras
tanto, ¿qué hago con Las chicas, de Emma Cline?
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