sábado, 26 de noviembre de 2016

Dulce Pontes




            Me gustó el primer disco que conocí de Dulce Pontes. Me pareció original, diferente, una voz poderosa, bien modulada.  Lágrimas,  y después O Primeiro Canto, en los que renovaba el fado, al que añadía otras músicas de la península. Los escuché repetidamente, en el coche sobre todo. Ahora vuelvo a ella, inducido por el recuerdo. Sala grande, juegos de luces, acústica poderosa. Pero la voz ya no está desnuda. Viene con acompañamiento excesivo, y distorsionada por el volumen de los cachivaches electrónicos. Además amplía su repertorio hasta límites inimaginables, desde La Boheme  de Aznavour hasta el Concierto de Aranjuez. Otra decepción más. Comprendo que los discos ya no rinden como antes y que los artistas tienen que comer. Me gustaría escucharla en un local pequeño, con mínimo acompañamiento y a voz suelta, si eso fuese posible.

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