domingo, 27 de noviembre de 2016

Black Mirror




            Black Mirror es una serie con 13 capítulos en tres temporadas. De origen inglés, se ha hecho con ella Netflix para darle un nuevo aliento. El tema general es la invasión de nuestras vidas por la tecnología digital y su efecto perturbador. Cada capítulo es independiente, con asunto y personajes diferentes. Es desigual, con grandes hallazgos y con capítulos más rutinarios. Para mi gusto, los más llamativos son el primer y el último capítulo, tal como yo los he visto. El primero, por el planteamiento: el primer ministro británico, chantajeado por un artista secuestrador, se ve obligado a encular a un cerdo en vivo ante las cámaras de televisión. El último, el que me he reservado para el final, White Christmas, con Jon Hamm (Mad Men) de prota, es el más trabajado, con un guión más elaborado y más complejo donde se juega con un futuro en el que realidad y ficción, personas reales y clones, se confunden. Por el medio, los protagonistas se enfrentan a la ira, y a la muerte que induce ese sentimiento en las redes sociales; a los implantes cerebrales; a la posibilidad de superar el envejecimiento y la muerte en un mundo feliz; a un juego virtual que sucede en el interior del propio cerebro; a un mundo en el que estatus depende de los me gusta que la gente pone sobre ti; a la vida duplicada en un avatar que depende de las cosas que se han de hacer para destacar en una vida televisada; a la pesadilla de recordarlo todo, gracias a las nuevas posibilidades de almacenamiento y cómo eso influye en nuestra relación de pareja, que puede bucear en el pasado que queremos olvidar y, en uno de los episodios más notables, la inquietante posibilidad de reconstruir con materiales nuevos, gracias al big data, al hombre que quisimos antes de que muriese en accidente de tráfico y seguir viviendo con él a pesar de que esté muerto.


            Estos días, atento a la actualidad, he visto episodios  de vida que remitían a la imaginación de los guionistas de Black Mirror: el tratamiento emocional de las muertes recientes, Rita, Fidel; la cháchara posverdad de Trump e Iglesias; la humanidad atrapada varios días en el Black Friday; el mundo virtual en que siguen viviendo los vecinos de Alsasua. Hay unos episodios que flojean más que otros, unos con mejor producción y otros con mejores intérpretes, pero no podemos decir que lo que cuentan sea fantástico, porque ya sucede ante nuestros ojos. Un halo pesimista recorre todos ellos, como si en el mundo que nos espera nada fuese a ir mejor que en este.

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Otra realidad virtual, muy vieja.

            Fidel Castro: ¡Camaradas, la opresión capitalista ha finalizado! A partir de hoy será el pueblo el que mande, dejará de haber explotadores y especuladores financieros, se nacionalizarán las empresas y dejarán de existir los paraísos fiscales.

            A su triste memoria: Sobre una tumba, una rumba.

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