martes, 4 de octubre de 2016

Día 9

      Algún tipo de ceremonia, algún tipo de distancia hemos de establecer con los demás si nos importa su dignidad o la nuestra. Sin ella el trato puede invadir la intimidad y convertirnos en esclavos. Pero el exceso de distancia nos robotiza o atonta, subsumiendo igualmente nuestra humanidad.

    El reciente espectáculo de la política española demuestra la frustración cuando no hay nada más allá de la ceremonia. Individuos que no son otra cosa que representación.

     El albergue del abuelo Peuto, en Guemes, sobrevive gracias al empeño de Ernesto, su nieto. Ernesto ha construido con la colaboración desinteresada de mucha gente un conjunto de edificios con todos los servicios. Más de setenta plazas para peregrinos. Lo llevan hospitaleros voluntarios y algunos empleados, gracias a las modestas donaciones de los peregrinos. Al atardecer, Ernesto, que es cura, reúne a los inquilinos que han ido llegando a lo largo del día y les cuenta su historia. Su historia personal, un gran viaje alrededor del mundo donde descubrió el sentido de la vida que ahora quiere transmitir. Todo el mundo lo escucha con atención, 22 peregrinos, 14 nacionalidades, pero al final nadie pregunta nada. Ernesto parece abrumado por lo que ha montado y por los elogios.
     Todo el mundo necesita ser valorado, sentir que hace algo que los demás tienen en consideración. Muy pocos se alzan a ese escalón. Lo normal es que la vida pase sin poso.
     La etapa de hoy, de Guemes a Santa Cruz de Bezana, pasando por Santander. He visitado a un fisio, pero no estoy muy seguro de su utilidad. El gemelo, aunque parece que no tiene nada roto, sigue con molestias.

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