Día 18

   Cantando bajo la lluvia. La lluvia con distintas intensidades me ha acompañado de principio a fin, de Luarca a La Caridad, salvo una breve pausa al paso por Navia, momento que he aprovechado para hacer las únicas fotos del día. No me he sentido incómodo, protegido por la capa, polainas y unas botas regulares. Me da que lo del goretex es una estafa. La música de la lluvia me ha ayudado a interiorizar, ausente el paisaje y la compañía. Hay tan pocos momentos en el día común para estar a solas, incitado por los cachivaches que el hombre crea para distraerse. Interiorizar no es otra cosa que darse la oportunidad de que la nada pase.

   Los hospitaleros están sorprendidos de que haya tanta gente en estas fechas. Lleno en Soto, en Luarca, hoy en La Caridad. Los peregrinos van llegando y con Santa paciencia seguir adelante buscando cama en otro sitio. Una mujer llega empapada y al ver el albergue ocupado lanza su mochila con rabia.

   Gente rara. Esta noche en Luarca casi imposible dormir. La gente se levanta a todas horas, ruidos, luces. Junto a mí, un rubio platino de habla inglesa pasa la noche abriendo y cerrando bolsas y papel de plata, no sé qué hace, qué productos de extraños olores maneja, cuando miro girando la cabeza tiene una jeringuilla en las manos, quizá insulina. A las cinco el gallinero se alborota, ya es imposible dormir, una extraña locura se apodera de unos cuantos que quieren ganarle al sol la partida de la madrugada. En fin.

   Llego al albergue de los primeros. Un par de chicos canarios están ahí tras hacer 10 miserables kms desde Navia. Luego llegan un hombre de capa roja que he dejado atrás en la carretera y un par de polacos: el miedo a la lluvia les ha hecho coger el bus.
  
  La Caridad, como Soto de Luiña, un lugar en medio de la nada. Los paisanos almas abandonadas con una copa en la mano, cuya única distracción es el peregrino extraño que se cruza por una única vez en su vida. Unos y otros seres de paso, de puntillas sobre la tierra.