¿Es posible
despolitizar la política? Del mismo modo que uno de los objetivos de la
ilustración fue secularizar la vida pública y llevar las creencias y las
prácticas religiosas al rincón de la esfera privada, ¿no podríamos plantearnos
como objetivo presente secularizar la política, limpiando la esfera pública del
sectarismo ideológico? En el debate de investidura de ayer casi todas las
opciones políticas pusieron por delante sus apriorismos ideológicos –principios
incuestionables, incompatibilidad entre el propio círculo de ideas y el del
enemigo, sonrisas para lo propio, chanzas para lo ajeno- sin que hubiera un
debate real sobre los problemas y las soluciones que el país tiene y necesita. Y
se mostraban muy felices. En esta como en la anterior investidura fallida los
partidos situados en los extremos son más abiertamente ideológicos, más
inflexibles, menos dados al pacto. Si en la tribuna del Parlamento sucede eso,
también sucede en la barra del bar, la misma inflexibilidad, la misma
dialéctica amigo/enemigo. Se diría que la posición política es un constituyente
de la personalidad, que ponerla en cuestión pone en peligro la estabilidad del
propio yo. Tengo una amiga que se salió del grupo de whatsapp que compartíamos cuando
empecé a enviar artículos que ponían en cuestión su fe -la racionalidad de su
posición política- en el grupo radical que apoyaba. Se lo tomó como un asunto
personal. En el partido republicano de EEUU el grupo más ideologizado se llama
a sí mismo mayoría moral: es inflexible en los principios y muy faltón
con sus adversarios. En el debate de ayer esos mismos defectos se podían ver en
aquellos que se reclaman de la mayoría social. Como aquellos, estos
afirman que tienen detrás de sí a la mayoría del país, sin ninguna evidencia. Su
comportamiento es más propio de una secta que de un grupo político al que le
preocupa solucionar los problemas de los ciudadanos.
Probablemente
nuestra posición política tiene que ver con nuestras predisposiciones innatas.
Los neurólogos hablan de que la población se sitúa al 50% en posiciones
conservadoras o las liberales. Derecha e izquierda. Como en la cuestión de la
agresividad, deberíamos aprender a racionalizar nuestra conducta, nuestras
instintivas posiciones políticas. Un punto de vista racional sobre los asuntos
públicos debería tener en cuenta los datos empíricos, los recursos, las
necesidades, las prioridades. Para que eso sea posible los políticos deberían
tener buenos asesores en vez de comisarios, economistas y sociólogos en vez de
profesores de la facultad de políticas y entre sus cualidades deberían estar la
predisposición al diálogo y al pacto en vez de la fidelidad a los principios. Pragmatismo
en lugar de fe. A eso lo llamo despolitizar. Como en la cuestión de la fe
religiosa, la discusión franca y racional sobre la ideología que profesamos es
difícil, imposible -nadie convence a nadie, decía Ferlosio- hacer que
alguien se apee de una postura irracional, pero es necesario hacerlo. Forma
parte de nuestra evolución mental como especie, la superación de lo instintivo
por lo racional. Es un proceso lento, pero que al final se sale con la suya.
Los
ciudadanos no tienen tiempo ni ganas para participar en un debate racional
fundado en datos empíricos, por eso elegimos a los políticos. Nuestro deber
como ciudadanos es elegir a personas capaces y honestas. Parece que tenemos
mala suerte o mal ojo porque en vez de llevar a la tribuna a gente experta y
desapasionada hemos devuelto a los curas. A no ser que nos complazca que nos
arenguen desde el púlpito.
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