jueves, 15 de septiembre de 2016

Marujeo


            Cómo no sentir un gran cabreo o al menos un cierto malestar al ver las portadas de los periódicos, el patetismo de Barberá abandonada a su suerte, Soria desahuciado o De Guindos no suficientemente alabado por su jefe, Sánchez solo, Griñán a la puerta de la cárcel o Puigdemont preparando la palma del martirio para sus compañeros. Pero no sé si es para tanto esa reducción de la política, un arte innoble pero necesario, al marujeo. Nombres, problemas chiquitos, pecadillos. Enfados y menosprecios. Insultos y falsos elogios. Todavía no ha llegado el intercambio de parejas. Los periódicos serios que aparentemente nadie lee han adoptado el modelo telecinco, al menos, en su primera página. Pero enfriemos la furia contenida, quizá todo forme parte de un único propósito, el entretenimiento. Cada medio con su público, muy definido, un nicho de mercado, se dice. La tele de las marujas, la tele de la caspa, la tele de los indepes, la tele de los jóvenes modernos prematuramente avejentados –¿qué hacen sentados en el sofá de la tele?- no menos casposa. Públicos estancos, impermeables, sin posibilidad de sintonizar entre ellos. Qué hacer para que el país tenga una conversación común, un tema importante a debatir.


            Antes existían los grandes periódicos que marcaban la agenda y señalaban los asuntos, incluso había dos grandes partidos que ofrecían soluciones alternativas, o eso parecía, pero ahora hasta los grandes periódicos banalizan. Podría pensarse que el país se está volviendo idiota, que a los puestos relevantes en la política, en el periodismo, en el prime time hayan accedido los menos capaces por una especie de conspiración de quienes mueven los hilos. Pero quizá no sea así. Mientras la gente anda entretenida, nunca el país ha acumulado tanta inteligencia, como sucede en cualquier parte del mundo, quizá las mentes brillantes estén en otro sitio: en la economía, en los centros de investigación, quizá trabajen fuera y eso no sea un drama. Quizá la política haya alcanzado el límite que marca la ley de Peter para cualquier organización y eso no sea importante, al menos en España. De todos modos, ¿cuándo hubo en este país una generación brillante al mando? Quizá la agenda que cuenta no esté aquí, sino en Bruselas, ojalá no descarrile ese tren, y esté en los centros de la ciencia  y tecnología que están cambiando el mundo como nunca antes. Qué pedirles a los políticos marujas: que nos dejen tranquilos, que no se metan demasiado en nuestras vidas, que cumplan y hagan cumplir las leyes, que vigilen que estas sean razonables y si no que las cambien y a los que les guste el marujeo como entretenimiento que sigan viendo La Sexta, 13TV o TV3 si es su gusto.

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