martes, 13 de septiembre de 2016

MANH(A)TTAN

           


            Lástima de ocasión fallida. Manhattan, con dos temporadas y la promesa de una tercera que no se llevará a cabo, se centra en la historia del proyecto que involucró a las mejores mentes de entonces -los mejores físicos- en Los Álamos (Nuevo México), con el objetivo de crear la primera bomba atómica. Eso fue lo que me llevó a verla. El problema de la serie es que hace un mix entre verdad y ficción, como en las novelas históricas, algo casi siempre decepcionante. Sólo algunos personajes se relaciones con personas reales, como Oppenheimer, el director del proyecto, al que en la segunda temporada se le asigna un papel destacado a cuenta de sus aventuras extramatrimoniales, o aparecen fugazmente, como Niels Bohr, en un único episodio, o se adivinan en la profundidad de un plano, como Einstein. El resto son creaciones de los guionistas con alguna semejanza con otros protagonistas históricos. No digo que la trama no esté bien llevada, que haya suspense, morbo e incluso tensión erótica, a veces cargando mucho las tintas sobre el espionaje a varias bandas, la turbiedad de los personajes y los giros dramáticos que llevan al espectador hacia una tópica serie de intriga más que a la reconstrucción de un momento histórico. Acabo de volver a ver Trece días, la película que narra otro momento histórico lleno de tensión, la crisis de los misiles, cuando Kruschev convirtió durante unos días a Cuba en una rampa de lanzamiento de misiles hacia EEUU. La peli demuestra que es posible hablar con seriedad, sin trampas, de un suceso histórico y concitar el interés del espectador. Es una lástima porque en esos meses anteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial había suficientes personajes, sucesos y dilemas éticos para hacer una buena serie sin necesidad de recurrir a la invención.

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