martes, 20 de septiembre de 2016

El futuro de la mente



            Mientras escribo esta nota escucho música en una emisora. Por la habitación pasan incontables ondas de radio pero el receptor que he seleccionado tan solo capta una frecuencia. Para mis oídos es como si el resto no existiese. Con esa analogía tan fácil de entender explica Michio Kaku lo que quieren decir los partidarios de que existe el multiverso. Puede ser que en cada momento huya múltiples encrucijadas y en ellas la realidad, la materia, se divide en muchos caminos, nosotros transitamos por uno de ellos, nuestro universo, pero hay otros. ¿Cómo es que no vemos o no podemos pasar de un universo a otro? Es como si cada universo emitiese en su propia frecuencia, como en las distintas longitudes de onda captadas por diferentes emisoras, coexisten en el mismo espacio pero solo escuchamos una.

            De ese modo tan práctico y fácil de entender va explicando Michio Kaku en El futuro de nuestra mente los diversos temas que aborda, relacionados con los descubrimientos de la neurociencia y la física del cerebro y de la mente. Lo más abstruso lo hace fácil o lo parece, porque si uno levanta los ojos de la página que está leyendo aparecen un montón de preguntas que el mismo texto genera sin fácil solución, porque los propios científicos están avanzando en terra incognita. Kaku hace un resumen del estado de la cuestión y a continuación proyecta el mundo que se abre o podría abrirse, en muchos casos más allá de lo que los más fantasiosos escritores de ciencia ficción imaginaron.

            ¿Podemos hacer una copia del cerebro, un mapa de sus rutas eléctricas? Es lo que quiere hacer el proyecto BRAIN que se inició en el 2013 en EE UU. O quizá podamos simularlo informáticamente: un enorme ordenador que copiase la arquitectura del cerebro que es lo que quiere hacer el Proyecto de Cerebro Humano europeo. Pero hay algunos imposibles: las operaciones y contenidos de la mente, de cada una de las mentes, equivale a un zetabyte, algo así como todos los datos acumulados en la red mundial. Además, qué pasa con la conciencia, ¿cómo podrían producirla dichos proyectos? Alguien ha comparado la ingeniería del cerebro a lo que hicieron los arquitectos medievales cuando diseñaban una catedral que tardaba más de cien años en construirse. ¿Es cuestión de tiempo?

            Si alguno de esos proyectos (a los que hay que añadir el proyecto Conectoma Humano y el Atlas Allen) alcanzase el éxito, ¿podríamos copiar nuestro propio cerebro? ¿Puede existir la mente sin materia, sin cuerpo? ¿Podría nuestra mente abandonar nuestro cuerpo enfermo o moribundo para seguir una existencia inmortal? Ray Kurzweil, de todos el más optimista, cree que se podrá descargar en un ordenador. Hacia el 2045, predice, las máquinas habrán superado al hombre en inteligencia, entonces habrá llegado el momento de unirnos a los robots o tendremos que apartarnos de su camino. Sería el momento de la singularidad. Sin embargo, si tiene razón Roger Penrose y el cerebro es un dispositivo mecanocuántico su funcionamiento no respondería a la lógica aparente de las cosas, hay problemas que ninguna máquina puede resolver o demostrar, pero sí la intuición humana. Los sistemas cuánticos son intrínsecamente impredecibles. Lo máximo que se puede calcular es la probabilidad de que algo ocurra.

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