lunes, 19 de septiembre de 2016

Conciencia



            Hay un asombro mayor que la contemplación inacabable del universo, que el interrogante sobre su origen y orden, que el vertiginoso descubrimiento de que la tierra no es el centro del Cosmos, ni lo es el sol, ni la Vía Láctea, que el Universo no es sólo lo que conocemos, una minúscula parte de su extensión, que quizá no sea el único y que en el mismo punto convivan múltiples universos, tampoco el mayor misterio es la explosión de las formas de vida, unas derivando de otras, en direcciones inesperadas, y que el hombre sea una de ellas por pura casualidad, a punto de desaparecer en varias ocasiones, que ha perseverado sin embargo y siendo su historia tan reciente haya producido la maravilla que es el cerebro, el objeto más complejo que conocemos, con nada comparable en su capacidad de generar pensamientos y almacenarlos, una máquina biológica que los ingenieros informáticos querrían reproducir pero que parece imposible que lo hagan en su integridad, porque podría estar a nuestro alcance crear un sistema de nódulos neurales –columnas neocorticales- que reprodujese su arquitectura y quizá sus corrientes eléctricas, pero no dejaría de ser una copia mecánica, material, pero le faltaría aquello, de momento inasible, que, eso sí, es el asombro mayor que nos ofrece la naturaleza: la conciencia.

            Cada mañana al despertarnos deberíamos estar aliviados y asombrados por seguir siendo conscientes. Pero qué es la conciencia. Sabemos que la tenemos, sabemos qué hace, pero cómo definirla. Sabemos cuando desconectamos en el sueño, en el coma, en la muerte. La conciencia nos conecta con el mundo, enciende nuestra mente y en cada instante nos muestra la realidad, cambiante, previsible, o eso creemos. Nos decimos “esto es el mundo” o lo proyectamos, proyectamos un espacio y una línea de tiempo que se arrastra del pasado al futuro con nosotros dentro, construyendo continuamente momentos en los que nos situamos. Pero, cómo definir la conciencia. La conciencia es como para los astrónomos el momento anterior al Big Bang, qué había, qué lo produjo, qué la sostiene, cómo se forja. Una especulación.

            ¿Qué sentido tendría el universo sin una conciencia que lo contemplase? ¿Existiría el universo si una mente consciente no lo pensase? Sin la contemplación podría existir o no, podría tener otra forma, podría haber comenzado y haberse extinguido al instante o podría haberse enfriado hasta la muerte. Es lo que dice el principio antrópico, existimos, tenemos conciencia, porque sin nosotros el universo, este universo, no existiría. ¿Podría el descomunal universo ser indiferente a este fragmento insignificante de polvo cósmico que es lo que somos? “El universo parecía saber que veníamos” (Freeman Dyson). Sin embargo, ha tenido que pasar una larga y tortuosa secuencia de sucesos biológicos y geológicos para llegar hasta aquí. Ahora, “Cada momento de conciencia es un don precioso y frágil” (Steve Pinker).

No hay comentarios: