Ya
me había encontrado con la original voz de Marilynne Robinson en Gilead, su
personal manera de contar, el especial cuidado en las descripción de las cosas,
donde lo narrado, los hechos, los sucesos quedan como en un segundo plano,
subsumidos en el lenguaje, en la densa atmósfera que de él se desprende, que él
va creando, de la que parecen emerger los personajes, donde el pasado y el presente
parecen convivir con la misma potencia. En Housekeeping (Vida
hogareña), no se sabe muy bien quién protagoniza la novela hasta que la
narradora, bien mediada la lectura, toma el mando y se muestra en primer plano,
porque antes cuenta la vida pasajera de los personajes que la precedieron, que
habitaron la casa donde ahora viven ella y su hermana, Lucille, una casa
sombría y horizontal que hace que las cosas vistas desde sus ventanas se vean
en escorzo. La casa, construida por las manos inexpertas del abuelo, algo más
elevada que la del resto del pueblo, Fingerbone, da a un gran lago que al
comienzo de todo se tragó un tren que discurría por el puente que pasa junto al
pueblo y atraviesa el lago, en el que iba el abuelo. La mayoría de los deudos
se marcharon, incapaces de soportar la aflicción que desprendía el lago, no así
la abuela que se quedó en la casa al cuidado de sus tres hijas. La primera,
Molly, se fue a servir de misionera en la lejana Hunan, Sylvie, la más joven,
iniciaría un vagabundeo y Helen, la madre de la narradora, también se fue
cuando se casó con un hombre del que se recuerda que apenas hablaba. Un día
Helen dejó a sus dos niñas en el porche de la casa y desde un promontorio se arrojó
con el coche que le había dejado una amiga al lago. La abuela murió poco
después, dos hermanas suyas, tan cómicas como inhábiles, se ocuparon de las
niñas hasta que dieron con Sylvie y la hicieron volver a casa.
La novela
funciona si uno se deja llevar por la mística de la escritura, si le concede un
valor bíblico, entre la profecía y la redención, pues la escritura tendría el
don de hacernos ver más allá de la apariencia y la materialidad de las cosas, y
en consecuencia liberador. Si uno no acepta ese juego debe buscar otras
lecturas.
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