sábado, 13 de agosto de 2016

Miles Ahead & Pawn Sacrifice




            Acabo de ver dos biopics, dos relatos más o menos biográficos. El primero, Miles Ahead, sobre el famoso trompetista de jazz; el segundo, Pawn Sacrifice (Sacrificio de peón), sobre el no menos famoso ajedrezista Bobby Fischer. Los dos tratan de decir algo sobre la personalidad y el genio, ¿cómo llevan eso de convertirse en personaje? Miles Ahead se centra en la gran crisis de Miles Davis (creíble Don Cheadle en la ficción): el abuso de la cocaína le llevó a un vacío de creatividad durante cinco años, después de 1975. Pawn Sacrifice, en el gran momento del enfrentamiento, en Reikiavik, entre Bobby Fischer (estupendo Toby Maguire)  y el campeón soviético Boris Spassky, en 1972. Contemporáneos, pues. En los dos hay elementos de intriga, un intento de atrapar la atención jugando con un cierto suspense. En la primera película la intriga gira en torno a una cinta que supuestamente tiene grabadas las nuevas creaciones del músico. Una intriga leve que pretende no estorbar, porque el verdadero objetivo es mostrarnos la complicada personalidad del genio. La segunda es algo más compleja: está construida sobre tres ejes: la personalidad del ajedrecista afectada por su paranoia anticomunista, el contexto de la guerra fría y la inteligencia humana aplicada al ajedrez.



            En el caso de Miles Ahead también hay algún momento en que se intenta explicar el salto musical que Miles Davis supuso en la escena jazzística, pero es una débil explicación. En Pawn Sacrifice hay exposición de jugadas, se muestra el detalle de los movimientos en las partidas, aunque para el no especialista pasan desapercibidos. Si las dos películas tienen interés es por la singularidad de sus protagonistas, exponen su conducta durante una breve época de sus vidas (más larga en el caso de Fisher), aunque como es lógico no nos explican el origen de su personalidad, no son, ni pueden ser, un tratado psicológico, pero sí que hay un momento, en Pawn Sacrifice, en que Bobby Fisher, ante la exaltación de periodistas y público, trata de quitarse méritos por haber ganado el campeonato del mundo: no tengo gran mérito, tan sólo teoría y memoria, dice. Es decir la genialidad no es otra cosa que una especial configuración cerebral, una lotería natural que quizá puedan reproducir las máquinas. La paradoja es que esa lotería que de vez en cuando cae en una persona y produce genios para el disfrute del arte o del deporte en la gente que los sigue, a cambio de una gran infelicidad para sus portadores.


No hay comentarios: