domingo, 21 de agosto de 2016

Julieta (De Alice Munro a Pedro Almodóvar)

            

   
         ¿Puede sostenerse una película sobre el decorado? Pedro Almodóvar piensa que sí. Hasta parece que el objetivo de la película entera sea mostrar el decorado. Cada plano es precioso, está cuidado con esmero, hasta el último detalle, interiores y exteriores, todo conjuntado, el banco del parque en que se sienta la protagonista con la pared agrietada que está detrás, la ropa que viste con las flores del ramo que lleva en la mano, los zapatos con el rimmel, los cuadros de maestros internacionales que decoran las paredes, hasta los nombres de los personajes forman parte del decorado: Ava, Xoan, Antía o los lugares donde se han conocido, el lago de Como, el festival de música de Fez, los Pirineos, donde se retiran por tres meses en busca de equilibrio espiritual, o se van a escribir a Portugal o a estudiar diseño a Nueva York, las profesiones, las enfermedades, la composición de los gestos de los actores, todo está planificado. No hay ni un solo plano sucio, imperfecto o realista, cada uno está metódicamente producido, una esquina, un vestíbulo, la habitación de un hospital, los bajos del tren, la vista sobre un lago suizo. Ni una frase coloquial, un tartamudeo, un movimiento natural. No digo que no sea una opción válida, lo fue en el cine clásico, donde esta película se mira, en el melodrama, que es el género del que gusta el director, cuando la protagonista llevaba una maleta vacía en la mano o en sus ojos había lágrimas de cristal. Los sentimiento que padecen los personajes, la culpa, el desamor, son sentimiento literarios, operísticos, deshumanizados, es decir, decorativos. Mi objeción es que si el decorado está tan abrumadoramente presente, si requiere tanto la atención, el espectador pierde el hilo, deja de interesarse por la historia y acaba tomando la película como una sesión de relax. La única opción es ver la película por segunda vez, entonces se hace más comprensible, pero el espectador ideal no existe.

            ¿Y qué hay el contenido? ¿Qué de importante sucede en la peli?

            En Destino, el primero de los tres relatos de Alice Munro (en Escapada) en que está basado el guión de la película, una mujer insegura y “virgen”, Juliet, parece abatida porque el hombre que se había sentado frente a ella en el vagón del tren se suicida –como en la peli- después de que ella lo haya despreciado al no darle conversación. Juliet –Julieta- está atormentada por la culpa, como si hubiese una directa relación entre negarle la conversación y el suicidio. En el mismo tren conoce y conversa con otro hombre, al que meses después irá a buscar a su apartada casa de pescador y con el que iniciará una relación poco convencional (lo comparte con otra mujer):

—Pero crees que hago mal —dijo ella y dominó la risa—. ¿Crees que sentirme culpable no es más que una manera de congraciarme conmigo misma?
—Lo que creo es que... Creo que eso es secundario. En tu vida pasarán cosas, probablemente te pasarán otras cosas en la vida..., y harán que esto te parezca secundario. Habrá otras cosas de las que podrás sentirte culpable.
—¿No es eso lo que siempre dice la gente? ¿A los que son más jóvenes? La gente dice «¡Ay!, algún día cambiarás de opinión. Espera y verás». Como si no tuvieras derecho a tener sentimientos profundos. Como si no fueras capaz de tenerlos.
—Sentimientos —dijo él—... Yo hablaba de experiencia.
—Pero lo que dices es algo así como que la culpa no sirve de nada. La gente lo dice. ¿Es verdad eso?
—Quien lo dice eres tú.

            En la conversación de la película, Xoan consuela a Julieta diciéndole: “Cualquier chica habría hecho lo mismo”. En el relato de Munro se ve el sentido, o sinsentido, de la culpa, los sentimientos cambiantes, la acomodación a una situación que hacía poco no se hubiese aceptado, que la moral hubiese rechazado. El guionista de la peli de Almodóvar capta que ahí hay algo de interés, pero no lo desarrolla, sólo lo enuncia, como un elemento más del decorado. Existe la culpa pero no su disolución en el tiempo.

            En Pronto, el segundo relato, Juliet visita a sus padres con su hija Penélope de trece meses. Su madre está desahuciada, como en la peli, su padre y una joven mujer están al cabo de sus necesidades materiales. Se revelan los prejuicios. De sus padres y el pueblo hacia Juliet como madre soltera –vive con Eric, el Xoan de la peli, sin estar casados-; de Juliet hacia su padre por no satisfacer la necesidad de afecto de su madre y estar pendiente sólo de la joven mujer, de quien Juliet recela hasta el odio. El único consuelo de la madre parece ser una vuelta a la fe. Juliet discute agriamente con el pastor que la visita, una discusión intelectual sobre la fe en la que deja claro que creer carece de sentido. Casi al final, su madre le dice a Juliet que cuando tiene un mal momento se dice “Pronto vendrá Juliet”. Juliet lo oye y lo deja pasar como si no lo hubiera oído. Otra vez, pues, la experiencia de la vida frente a los principios morales, la inhumanidad y los defectos que atribuimos a los demás que tan vivos están dentro de nosotros. También aquí, el guionista de Julieta intuye que en el relato hay una profunda verdad pero no sabe exponerla.

            Silencio, el tercer relato, abarca un largo periodo, las décadas de la madurez, la pérdida y la soledad. Eric muere en una tormenta, Penélope, tras seis meses de retiro espiritual, desaparece de la vida de Juliet. Juliet se queda sola, tiene diversos trabajos. Algunos hombres pasan por su vida, pero sin dejar huella. Juliet intenta comprender por qué su hija no quiere saber nada de ella. El dolor por la pérdida de Eric y el abandono de Penélope es cambiante, al principio intenso, se interroga sobre la educación que le ha dado, se culpa, pero luego afloja, al final se adapta a la situación:

  Mi hija se marchó sin despedirse de mí y quizá sin saber que se marchaba. Que se marchaba para siempre. Después, poco a poco creo, se le ocurrió lo mucho que ansiaba alejarse. Simplemente ha encontrado la manera de hacer su vida.
Es posible que, lo que no puede enfrentar, sea tener que darme una explicación. O que de verdad no tenga tiempo. ¿Sabes?, siempre tenemos la idea de que hay una u otra razón y seguimos intentando descubrir razones. Pero creo que la razón no es algo tan fácil de sacar a la luz. Cierta pureza en su naturaleza. Sí. Cierto refinamiento, rectitud y pureza, cierta dureza pétrea en su sinceridad. Mi padre solía decir de alguien que le disgustaba, que esa persona no le servía de nada. ¿Podrían esas palabras no significar más que lo que decían? A mí, Penélope no me sirve de nada.
Es posible que no pueda aguantarme. Es posible.


            Justo lo contrario que en la peli donde Julieta escribe a su hija: “Tu ausencia llena mi vida y la destruye”. Alice Munro siempre cuenta con la inteligencia del lector, sus relatos se completan cuando alguien los lee. No puede decirse que ninguno de ellos esté acabado, porque la trama de sucesos, sentimientos y reflexiones que aparecen en cada uno se sustentan en la experiencia común, la de la escritora, la de sus personajes y la del lector. En un melodrama la historia está acabada y sucede en un mundo separado, el de la imaginación. En la peli de Almodóvar, el problema reside en la ausencia de conflicto entre sentimientos y experiencia, entre imaginación y vida real. En un melodrama o en la ópera los sentimientos flotan en el aire sin nunca aterrizar. Julieta es el fracaso de no confrontar lo sublime, la pena, el amor, la culpa, el dolor, con los sucesos de la vida común. En la vida de la gente común los principios morales, los sentimientos intensos, los razonamientos firmes no prevalecen a riesgo de enloquecer o enfermar. El paso del tiempo hace que nos vayamos adaptando. Por los cuentos de Alice Munro discurre la vida, por Julieta, la literatura.

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