miércoles, 15 de junio de 2016

Miguel de Cervantes: los años de Argel, de Isabel Soler


        Miguel de Cervantes salió de España con 22 años, en 1569, camino de Italia, huyendo de las consecuencias de una reyerta a espada con un maestro de obras, Antonio di Segura: temía que le cortasen la mano derecha. Durante un tiempo, gracias a recomendaciones, probablemente trabajó a las órdenes del cardenal Acquaviva, pero pronto se enroló como soldado. Participó en tres campañas, la más importante la de Lepanto (7 de octubre de 1571), donde como arcabucero, enfermo y con calenturas, combatió en el puesto más arriesgado de la Marquesa. Combatió junto a 83.000 cristianos, de los cuales murieron 12.000; por su parte, el Turco perdió 25.000 y 3.500 fueron hechos prisioneros. Recibió dos arcabuzazos en el pecho y en el costado y una mano le quedó tullida, estropeada. Las otras dos campañas fueron en Navarino, 1572, y en la toma de La Goleta y Túnez, en 1573. Con cuatro años de servicios, tres heridas y cartas de recomendación, necesarias para reintegrarse un una sociedad postridentina, y para escapar a posibles imputaciones de la Inquisición por apostasía, herejía o sodomía, volvía a España cuando su barco, El Sol, fue interceptado por tres galeras berberiscas a la altura de Cadaqués o Rosas (26 de agosto de 1575). Junto a su hermano Rodrigo, amarrado al banco, su rumbo cambió hacia Argel donde pasaría los siguientes cinco años.

         Para saber cómo era la vida en Argel contamos con un documento de época de gran valor, la Topografía e historia general de Argel, del eclesiástico portugués Antonio de Sosa que pasó allí preso entre 1577 y 1581, coincidiendo pues con los Cervantes. Argel era una gran ciudad y además, según el historiador Ferdinand Braudel, un inmenso universo concentracional. Contaba con 60.000 habitantes más una población flotante de 25.000, entre esclavos y presos. Estos eran encerrados en baños, cárceles con patio y una cisterna de agua en el centro, estaban encadenados pero podían moverse por la ciudad buscando el modo de proveerse de comida porque su dueño no se la proporcionaba. Estaban sometidos a terribles castigos por lo que muchos se convertían en renegados. De ellos había entonces unos 6.000 en la ciudad. Los que mantenían la fe esperaban ser rescatados por fuertes sumas aportadas por familiares o mediante limosnas de los mercedarios o trinitarios. También cabía la posibilidad de trueque. Mientras tanto eran utilizados como galeotes en los barcos corsarios o para hacer trabajos de todo tipo.

         Cómo le fue a Cervantes la vida en Argel. Además del documento de Antonio de Sosa contamos con sus propias obras: La Galatea; las comedias El trato de Argel, Los baños de Argel y el gallardo español; la ‘historia del cautivo’ en la primera parte del Quijote y dos novelas ejemplares: El amante liberal y La española inglesa. Sin embargo el documento más importante no es literario sino uno de carácter legal, Información de Argel, documento con el que Cervantes, con 33 años, regresa a España, el 19 de septiembre de 1580, con la intención de reivindicarse. La segunda parte del libro de Isabel Soler es este documento que, despojado de formalismos, presenta modernizado y adaptado para mostrar la vida que hay en él. Cervantes no sufrió la extrema crueldad que otros y su rescate (500 ducados de oro en oro español) no fue exorbitado. ¿Por qué? Quizá tuvo el favor de Hasán Bajá, el Veneciano, rey de Argel, hombre de cultura refinada aunque bárbaro (algunos han insinuado, sin pruebas, una relación homosexual), quizá se salvó “porque hubo buenos terceros” que rogaron por él o quizá porque valía una fortuna y no había que estropearlo, en palabras de Isabel Soler.

         El documento se presenta en forma de preguntas que responden quienes compartieron con Miguel de Cervantes la dura vida de Argel. Su objeto es Dar fe, como era práctica común, de su conducta ejemplar, tanto moral como religiosa, durante el periodo de cautiverio. Lo certifica Fray Juan Gil, trinitario, redentor de cautivos (186 en total), el 22 de octubre de 1580, ya liberado Cervantes. Los conocidos responden a las 25 preguntas confirmando que es un buen cristiano viejo, hidalgo y reputado por todos,  hasta por Don Juan de Austria y el duque de Sessa que lo tenían en mucha reputación y por muy soldado principal, tanto es así que ambos habían escrito cartas de recomendación que se perdieron en el cautiverio; que fue muy mal tratado de palos y cadenas tras sus cuatro intentos de fuga, en los que quiso salvar a muchos de los cautivos –en una ocasión hasta 60-, escondiéndolos en una cueva o preparando una fragata de guerra, siendo traicionado por renegados y por un fraile –Juan Blanco de Paz- enemigo declarado suyo, pero siempre cargando con el peso de la organización y exculpado a todos los demás, liberando de ese modo a muchos de la muerte o de castigos, terminando preso en el baño con cadenas y grillos y apaleado, hasta 2.000 palos en una ocasión; que ante lo insuficiente de la bolsa de un primer rescate (1577), lo empleó en el de su hermano Rodrigo, menos valorado que él; que fue católico y fiel cristiano, confesado y comulgado y defensor de la fe católica; que en él no vieron ningún vicio o escándalo, antes al contrario Miguel de Cervantes cobró gran fama, loa y honra, y era digno de premio. Los testimonios abundan por el contrario contra la perfidia de Juan Blanco de Paz, su enemigo, que se hacia pasar por comisario del Santo Oficio recabando falsas acusaciones contra Cervantes y del que dicen que nunca lo han visto en misa ni rezar ni hacer las oraciones canónicas. Fray Juan Gil pagó 500 ducados de oro por Cervantes cuando este ya estaba en el banco, embarcado para acompañar a su dueño, Hasán Bajá el Veneciano, hasta Constantinopla de donde era imposible salir. Cervantes zarpa de Argel, junto a Fray Juan Gil y 25 liberados más, el 12 de marzo de ese mismo año. Un magnífico libro que añadir a las lecturas en este año cervantino.

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